Estaba en esta terraza que esta cubierta por árboles de lado a lado y
escuche la voz que me acompañaba, las pláticas con migo misma
suelen tornarse interesantes, hablando sola y no tan sola, o quiero creer.
Es tan divertido conocerse a sí mismo haciéndose pasar por otra persona, se siente como si mi alma saliera de mi cuerpo y se sentara a mi lado con ánimos de una conversación profunda, las ideas fluyen de mi enredada mente y se tornar físicas cuando se sientan al lado de mi con las piernas cruzadas, la conversación empezó a tener sentido, porque yo empecé a tenerlo.
Siempre imagino mi cabeza como un pizarrón y a cada pensamiento lo veo escrito en él, y esa era mi droga, pensar en que estaba pensando, algunos fuman, otros toman, algunos otros hacen unos buenos churros y yo, yo pensaba.
Mi Fernanda pensamentosa y e piernas cruzadas al costado de la real hablaba y hablaba: me decía sobre la tremenda confusión que tenía y que en ocasiones se sentía algo perdida, le dije que a veces, cuanto más perdidos estamos más cerca de la claridad nos encontramos, era gracioso escuchar auto-consejarme, ni siquiera tenía que analizarlo, todo salía solo, yo sabía la respuesta a mis problemas pero era satisfactorio contárselos a ella.
El sentimiento de alivio que me ocasionó esa plática me recorrió en un segundo, desde mi cabello castaño hasta mis pies gorditos, estaba exhalando fuerte y sacando con aquel aire todo lo que me pesaba.
Es tan divertido conocerse a sí mismo haciéndose pasar por otra persona, se siente como si mi alma saliera de mi cuerpo y se sentara a mi lado con ánimos de una conversación profunda, las ideas fluyen de mi enredada mente y se tornar físicas cuando se sientan al lado de mi con las piernas cruzadas, la conversación empezó a tener sentido, porque yo empecé a tenerlo.
Siempre imagino mi cabeza como un pizarrón y a cada pensamiento lo veo escrito en él, y esa era mi droga, pensar en que estaba pensando, algunos fuman, otros toman, algunos otros hacen unos buenos churros y yo, yo pensaba.
Mi Fernanda pensamentosa y e piernas cruzadas al costado de la real hablaba y hablaba: me decía sobre la tremenda confusión que tenía y que en ocasiones se sentía algo perdida, le dije que a veces, cuanto más perdidos estamos más cerca de la claridad nos encontramos, era gracioso escuchar auto-consejarme, ni siquiera tenía que analizarlo, todo salía solo, yo sabía la respuesta a mis problemas pero era satisfactorio contárselos a ella.
El sentimiento de alivio que me ocasionó esa plática me recorrió en un segundo, desde mi cabello castaño hasta mis pies gorditos, estaba exhalando fuerte y sacando con aquel aire todo lo que me pesaba.
Yo hablaba de la soledad y de lo que la disfruto, le
platiqué de como mis amigos tenían diferentes opiniones de porque estoy así y
de su preocupación por que creen que me estoy pasando de azul celeste, era con conversación fluida y un poco indecente, ella daba las soluciones evidentes, esas de las cuales, claro esta, yo estaba consciente.
Era una plática de esas que me gustan y niego cuando me
preguntan si hablo sola, porque no lo hago en realidad, siempre hablo con migo
misma. Ambas llegamos a la conclusión de que o las 2 estamos locas o ninguna lo está,
es complejo esto de hablarse a si mismo pero lo más complejo es quedarse callado. El arte del silencio no es uno que yo aprecie demasiado, pero esto no era silencio, esto era una charla sincera de Fernanda a Fernanda.