jueves, 10 de octubre de 2013

Un Miércoles de Octubre

Yo soy de la idea de que cuando dejas algo o a alguien atrás debes, precisamente, dejarlo atrás.

Pero si la vida te lleva de nuevo a ese lugar o a ese momento entonces, por pura fidelidad al destino, debemos dejarnos llevar, sabiendo que tal vez sea el mismo destino quien nos acribille al final, justo como hoy, que por situaciones poco definidas terminé donde alguna vez comencé.

Era diferente, tanto la ciudad como yo, pero aún olía igual y me seguía produciendo la misma extraña sensación; la mente jugó con migo y creó escenarios para poder encontrarme con viejos amigos, pero el del premio al imprudente de la tarde se lo llevó mi subconsciente quien quería encontrarte por casualidad, ¿Dónde? , no sé, me dejé llevar, vinieron a mi mente muchas, miles, solo quería que el destino que me había llevado hasta ahí te trajera a ti por el mismo camino para poderte ver a los ojos y que vieras que yo sé que tú sabes que me extrañas.

Mientras esperaba el milagro, pasé por nuestros lugares, y me atrevo a decir nuestros porque los hicimos nuestros, con las historias y las despedidas, unos públicos, otros entre paredes y un último que me abofeteo con sus tantos cristales.

Lo vi y me dolió, en lo más profundo de mi corazón, como si hubiese estado ahí todo este tiempo pero yo hubiera decidido voltear hacia otro lado; y esos quise hacer,  voltear en dirección contraria, pero ya estaba muy lejos de mi lugar seguro, estaba en la zona cero de mis sentimientos y con ese edificio de formas caprichosas, frio e imponente frente a mí, la fe se abalanzó en mi contra.

Quizás no fue el edificio el que me dolió ver, si no saber que tú estabas ahí y que algunos cientos de kilómetros  no son tantos como creemos, que el tiempo, o las peleas, los años, las vidas, que hay cosas que no se borran y no son precisamente tatuajes, son más bien recuerdos, recuerdos impregnados en la piel, tan pegados que ni el láser los quitaría, son tan persistentes que los meto en un caja y nunca la abro , pero ese día fueron los mismos recuerdos los que rompieron el candado y salieron por su propio pie, me vieron y me golpearon, desde mi pelo rizado hasta mi alma en decadencia.
Todos te buscaron a ti y cuando no te encontraron les sonreí y los deje ir, para que te fueran a buscar y te encontraran entre risas y llantos, y te dijeran que te extraño, aunque sea miércoles, aunque sea octubre, y aunque sea yo.