jueves, 11 de junio de 2015

Sin bolsita de dignidad

Igual tengo que dejar de pelear con este sentimiento, hacer las paces, dejar de traerlo en las madrugadas de videos y búsquedas de frases de películas.

Igual y debemos coincidir, debería dejarlo vivir en la crueldad para verlo morir lentamente.
Igual y nos dejamos de conflictos, acepto que te quiero y ya no ando con tantas pen… dejadas; igual me beso los días y me verso las noches.

También existe la posibilidad que me entierre en el atardecer de mis deseos  y me pierda por un rato, un ratito no ‘más, para recuperar la conciencia. Me doblo la dignidad en una bolsita y me la guardo, para que no ande arruinado los finales felices.

Y es que raya en lo insano intentar no quererte cuando haces que se me olvide mi nombre y ¡vaya que me gusta mi nombre! Me haces querer dejar de ser yo para ser de alguien. Tuya. Horriblemente  con posesivo porque, ¡vamos!  sí que sabemos de ser posesivos.

Pero mientras me canso de pelear, mientras me decido, mientras siga en mi pose de quererme a mí misma, dejaré un luz que indique que esto no muere hasta que lo matas.

Observemos las posibilidades.
La posibilidad de que cambies está descartada, perdona mi poca fe. Llamémosla experiencia.
Descartemos también el hecho de que yo cambie y nombrémoslo como terquedad.

Entre tantas bajas solo nos queda la guerra, esa sin soldados ni armas, una guerra en que ni tú ni yo aflojamos nada, una guerra de necedades, esa necedad de no ser el uno para el otro.

Y aunque fueras alguien más y yo otro ser, igual y nos amábamos o igual y no.

Mientras tanto ¡que viva la guerra!, esa que nos mantiene juntos, jugando en la línea, bailando con los pies listos para cruzarla, con las almas en pequeños leotardos de gimnasia.

¿Y si te dejo ganar? ¿Y si pierdo? ¿Qué gano si te pierdo?


miércoles, 1 de abril de 2015

Pedacitos de ti.

Pedacitos de ti.

He puesto un plástico debajo de dónde decidí matar tu recuerdo, no me gusta salpicar de tristezas el suelo gris de esta tragedia.

Agárrate las manos, vamos a matarte lento para que te quede claro. Te odio.

Cortaremos, primeramente, tus labios grandes,que ahora que les presto atención parecen ser ya unos labios viejos y usados, por lo visto te has divertido sin mí.
Si, primero los labios.

Suena a que le duele a tu recuerdo, pero no te alteres, vamos calentando.

Continuaremos con un poco de esos pies que te permitieron marcharte y te cortaré el tendón de Aquiles con mi exacto oxidado para que no puedas huir, ni siquiera a morirte en otro lado. Listo.

Suena a que le duele a tu recuerdo, pero no te alteres, vamos avanzando.

Procederé entonces a cortar cada hueco de tí, detrás de las rodillas,la comisuras de tus labios, cada uno de los dobleces de tus dedos, por atrás del codo, en la nuca y sus costados, tu cintura, tus muñecas. 

Suena a que le duele a tu recuerdo, pero no te alteres, vamos terminando. 

Para rematarte, dejaré un poquito para que sufras y cuando me haya cansado de tus gritos entonces sí, te quitaré algo que me robaste y guardaste muy bien en tu pecho, espera, ¿donde dejé mi cuchillo?, Ah! Sí, aquí junto a la carta que nunca escribiste. 
Bueno, un gustazo conocerte. 

 (Toma el cuchillo, le abre el pecho, rompe algunos huesos y le saca el corazón)

Que bueno que puse el plástico, este recuerdo aun tenía algunas gotas de tristeza que derramar.

Pero no te alteres, ya lo maté.





sábado, 21 de febrero de 2015

Cuéntame.

No sé si estás consiente de lo mucho que amo esta mesa vieja y mis teclas negras.

No sé si te mencioné el amor grandioso que se esconde detrás de las letras que te escribo, no sé si te lo dije alguna vez, espero que no, era un secreto turbio, de esos que nos teníamos ambos, era mi secreto, así que dime, confírmame el que te dije que te escribo por las tardes de diciembre.

Dime si ya te dije que te dedicaba canciones de Los Hombres G, dime si te conté sobre ese trauma de escribir mil veces nuestros nombres, cuéntame sobre qué te he dicho, dime si te he pedido perdón por tanta locura, platícame de las cosas que no te he recordado, pero mírame a los ojos  para no perdérmelos ni un minuto más.

Cuéntame sobre si ya te dije que me tienes hecha un desastre, disfruto ser tu desastre.
Cuéntame si te canté esa canción que me recuerda a ti, o si ya te conté le cuento de niños que te escribí el otro día cuando era mi hora favorita del día.

¿Te he contado yo sobre la cruz que se ve desde mi ventana y de la palmera que contrasta con el paisaje y que sale sobrando todo cuando te imagino acariciando las nubes?
¿Te conté de los nuevos árboles que he descubierto y la temida necesidad de salir a caminar solo tú y yo? ¿Te dije que te he soñado más de lo normal  y que incluso te he soñado cuando no estoy dormida? ¿Te he contado sobre mi amnesia amorística?

Cuéntame amor, si ya te he dicho suficientes te quiero para que salgas corriendo o aún no te has dado cuenta de que has dedicado vivir en mi país, impune de mis locuras y donde cenamos poesías todos los sábados.

Cuéntame sobre nosotros, incluso aunque no haya un nosotros.


Cuéntame. 

viernes, 9 de enero de 2015

Aleatorio malhumorado


Aleatorio malhumorado


¿No es cosa de dioses el escuchar música mientras vas camino a tu casa? Debería ser catalogado como el mejor anti-estrés del mundo mundial.

La cosa es que es raro cuando de repente, en un día soleado y frío, empiezas a escuchar lo que sea, pero triste, la canción más triste del mundo y rápidamente apareces de la nada, como un rayo en mi memoria y engrisas el cielo, lo atacas con unos tantos “te extraños” y todo se vuelve como una ensoñación, así como si no perteneciera a este universo, las cosas se dejan de ver nítidas y todo parece una foto de 2 Mpx de mi celular viejito.

“Así que la música triste es un detonante de tus recuerdos” me dije a mi misma y cambie de canción y esta vez fue una alegre, la más alegre del mundo mundial y me traicionó el corazón, quise que estuvieras conmigo para escucharla juntos y convertiste la canción más alegre en otro recuerdo tuyo, así que cambie otra vez y el modo aleatorio andaba de mal humor sacando su lado masoquista por lo que arrojó una canción que no es tuya, una con dueño, que nada tiene que ver contigo, para mi sorpresa esta última elección violenta me hizo sentir una extraña, una extraña de mi misma porque todo lo que quería escuchar, evidentemente, no eran las canciones aleatorias, ni músicas alegres ni tristes, no, no era eso, lo único que quería escuchar era tu voz y en un intento desesperado busqué y busqué en mi celular y encontré una que otra parte de ti que me hizo que brotaran las sonrisas y luego el dolor, de ese que me da en el pecho, muy parecido a la tristeza, convertiste mi camino a mi casa en casi casi un martirio, porque andaba buscando cosas que no estaban ahí, por ejemplo: TU.


Y no sé si es que estás en todas partes o es que yo te quiero ver en todos lados.Pero igual apareces o te aparezco, el punto es que estas sin estarlo y esa es mi manera favorita de verte sin mis ojos y de tenerte sin tenerte, na’ más a así a lo salvaje, como quien quiere tomarse todo el agua del mundo y respirar todo el aire de la tierra.


Te extraño. Salvajemente. Sin remedio. Y sin querer curarme.