miércoles, 7 de junio de 2017

Era un 31 de mayo.

En la obra.

Era un 31 de mayo. 

Hoy hace un millón de años que pasé mi tarde limpiando con un cuchillo todas las juntas de la barra de la cocina, comimos yogurth y te dije que te amaba.

Hoy hace un millón de años la canción de “sólo callas” de Duelo tuvo sentido y escuché romperse mi corazón por primera vez.

Luego, como a las 7 empezó a llover y saliste de mi casa, de mi vida y del mundo en sí.
¡Dios! cuándo me dolió, aún recuerdo ese hueco en el estómago por los siguientes meses y a mi cubriéndolo con puras tonterías, me abrazaba el abdomen para sentir que aún estaba en una sola pieza.

Me rompiste en pedazos y en ese entonces no sabía yo que las personas tienen el poder que uno les da. Todo fue porque te quise un chingo, así con groserías para que sepas que ya no te quiero ni madres.

Al final me fui en un carro que casi no arrancaba y te dejé ahí afuera, mojado, triste.
Era el cumpleaños de mi primo, con comida familiar y todo, así que tuve que estar 5 horas saludando y mordiéndome los labios.

Moría por salir de ahí y respirar aire que no oliera a ti, pero me dejaste el hombro impregnado a perfume, a tu maldito perfume y me reclamé por quererte tanto y quererme tan poquito a mi misma.

Terminé en el andador de las rosas comiéndome unos doritos rojos para sentir algo en la boca, para no llorar, hasta que un tipo que se llamaba igual que tú me pidió que moviera mi carro, traía el número nueve en la playera y su estúpido nombre atrás, quise atropellarlo, pero no discutí, estaba perdida, cansada, muerta.

Llegó la noche y no pude más, me la pasé en vela llorando porque eras un estúpido y le pedí a Dios nunca enamorarme más.

Fue en sábado y yo me fui un domingo, lejos.

Nunca te dejé, incluso aunque me fuera, te llevaba en un bolsillo, enredado en mi cabeza o sosteniendo mi corazón. Es imposible dejar a alguien que esta enredado en tus piernas, amarrado a tu cintura e incrustado en tu corazón.


Te dije que no seríamos nada, nunca más y ojalá hubiera cumplido mi promesa. Ojalá no hubiera llegado octubre, ojala no hubieras regresado y ahora espero que no regreses nunca, nunca más.