Capítulo 2
El infierno no es tan caliente como imaginas,
es más como sofocante.
Como cuando queman caña a los costados de la
carretera y te asfixia el humo y el olor y todo, pero el calor es soportable,
raya en la línea de lo tolerable.
Lo peor del infierno es el olor. Huele a
pecado, me dijo un inquilino, que dice que a cada quien le huele diferente (sin
albur). Yo sentí que todo el lugar olía a sangre de perro, de esa de perra
recién parida.
No había venido en un tour normal, venía por
alguien. Por ese ser que tenía que entrar conmigo al cielo.
Onceaba columna, sexta fila, cámara 7.
Estaba ahí, en short, con la pancilla al aire y
sudando de entre las barbas, con su camiseta empapada. Molía carbono y lo
lanzaba a un pequeño hornito que estaba en la cámara. El tizón del carbón le manchaba las manos y
la frente y el sudor era negro de tanto tizne.
¾ ¿Qué haces aquí?
¾ Vine por ti
¾ No seas ridícula, me dijeron que te
llevaron a arriba.
¾ Nadie me llevó, ahí me tocó a mí.
¾ Vienes a burlarte, a decirme “te lo
dije”.
¾ No lo creo necesario. Satanás hizo mi trabajo. Además no cruzaría el
infierno para burlarme de ti.
¾ Vete, cierra la puerta.
¾ No me iré a ningún lado si no es contigo.
¾ No puedes estar aquí y yo no puedo
salir.
¾ El de la puerta es mi amigo.
¾ Fernanda, el de la puerta no es
amigo de nadie.
¾ Si lo es si sabes de que cigarros les gustan.
¾ ¿Sobornaste al cadenero?
¾ Algo te tenía que aprender, así que tienes dos opciones… ¿te quedas a
moler carbón o te vas al cielo conmigo? Decídete pronto.
¾ Pero no puedo salir de aquí.
¾ ¿Por qué no?
¾ Se supone es mi castigo.
¾ Dios te dio esa cara, las mejillas hinchadas, el cuerpo de perro y la lengua con veneno. Para mi parece
suficiente castigo.
¾ No lo entiendes.
¾ No puedo entrar al cielo sola. Es de a dos. Y según ellos, tu eres mi dos.
¾ Pero estoy aquí.
¾ Traigo un traje de bombero que pesa mucho y he alumbrado el camino con
la lámpara de mi celular, he bajado al estacionamiento, abierto la puerta y te
he buscado por todos lados. Levanta tu trasero y vámonos. Si quieres
reclamarme, me reclamas después.
¾ ¿Por qué yo?
¾ No lo sé. Yo… te quiero.
Se le salió un suspiro y respondió.
¾ Deja me pongo pantalones.
¾ Afuera también hace calor, así vente.
Se levantó del banco en la esquina y salieron
de ahí, el piso estaba caliente según él, pero ella estaba demasiado ansiosa
por salir así que le prestó su botas y ella se quedó en sandalias, le ardían
las plantas de los pies, pero le ardían más las ganas de llegar al paraíso.
Él se empezó a quejar de que las llamas le
quemaban los brazos, así que ella se quitó la chaqueta y lo apresuró más, por último
las piernas le dolían y ella en un acto de bondad y desesperación de dio el
traje entero de bombero.
Cuando llegaron a la puerta, el cadenero no les
permitió salir, así que ella deslizó un paquete de Raleigh en su mostrador y él
abrió la puerta sigilosamente aunque dejó escapar un rechinido que los delató.
Justo antes de salir él la empujó y ella
calló de sentón.
¾ ¿Cuantas veces te he dicho que no le
digas a alguien que lo quieres?
Salió del infierno y ella quedó en la trampa de
carbón que se encontraba justo detrás.
Le había dejado en el infierno y ella
voluntariamente le había cedido todo su kid de protección. Él era una lombriz desgraciada traicionera y
ella ,en un intento desesperado por sacarle
agua a las piedras, fue por él al infierno.
¾ “Cuídate de los buenos, que los
malos yo te los señalaré” Se repitió mentalmente.
La guardia infernal, llegó por ella y fue
tomada presa, llevada ante Hades y juzgada.
-
- Niña,
¿qué hace un ángel por estos lados?
-
Siendo
pendeja, querido Hades.
-
¿Te
acuerdas cuando te dije que no confiaras en él?
-
Pensé
que mentías, eres Hades.
-
Podré
ser Hades querida, y ser malo también, pero siempre te he sido honesto ¿o no?
-
Por
desgracia.
-
Ahora
has dejado ir al prisionero, así que tomarás su lugar.
-
Pero
yo soy del paraíso.
-
Dejaste
este derecho cuando viniste a buscar a tu traidor.
Mientras caminaba en el suelo
ardiente, ella sentía arder algo más que las plantas de sus pies, era su muy
lastimado ego. Había creído en un sucio pecador a cambio del cielo. Todo por el
cielo.
Se mentó la madre mentalmente hasta
que su propia madre le llamó la atención en su cabeza. “¿Qué culpa tengo yo de que seas tan
pendeja?”- Le decía y ella entendió que
los demás no tenían por qué cargar con sus errores.
El cadenero, que se volvió su amigo,
el fumaba y ella dejaba que le humo le azotara la cara.
-
Se
veía venir.
-
Lo sé
-
Ni
aquí lo querían
-
Lo sé
-
Si
quisieras te podrías ir, yo dejo la puerta abierta.
-
¿A dónde iría? El cielo está ´prohibid,
y el infierno no es tan caliente.
-
Podrías
ir a vengarte.
-
No va con mi estilo.
-
Se
la pasa hablando mal de ti, le ha dicho a todo el mundo que lo ambas tanto que
cruzaste 7 mares, 5 continentes y el infierno entero por salvarlo, que te
pusiste de rodillas para sacarlo de aquí, que le ofreciste todo para que
saliera y luego, que por un extraño motivo le dijiste que era mucho para
ti, que él intentó convencerte, pero que
le dijiste que él se merecía algo mejor. Lo que más que gustó es que le dijo al
encargado de la limpieza que estás muy frustrada.
-
¿Qué le dijo que a quién?
-
Al
de la limpieza
-
El maldita lombriz desgraciada, me
deja aquí, abusa de mí, me utiliza y después se jacta de ello.
-
Sí.
-
Dame la llave
-
Espera,
tiene que parecer un accidente.
-
Abre la maldita puerta.
-
Ok,
ok.
Ella salió, tan fácil como había entrado, subió
las escaleras, abrió la puerta, y llegó al estacionamiento, después al primer
piso.
Llegó con la recepcionista y le explicó como
habían pasado las cosas, la señorita recepcionista dijo que el gerente no se
encontraba y que era algo que debía resolver con él.
-
¿A dónde van los descarriados del
infierno?
-
Al
bar.
-
Lo voy a matar.
-
No
puede, aquí todos están muertos.
-
Lo voy a rematar.