Cicatricure y otras maneras de curarte el alma.
Las personas no se van, incluso
aunque las corras, aunque les des motivos para irse o aunque tú no quieras que
se vayan.
Las personas no solo se van y si
se van te dejan mañas, desde bajar música que ni te gusta o canciones que nunca
te aprenderás hasta fijarte a ambos lados antes de cruzar, doblar las
servilletas, fumarte un cigarro a las 4:40 pm, recoger la basura que te
encuentres tirada, tomarse de las manos de cierta forma, ir por dentro de la banqueta,
acomodar el asiento del carro o tomarte
la Coca- Cola de 7 tragos.
La gente no se va, se queda, en
ti y en sus modos, esos que hiciste tuyos sin quererlo, porque te acostumbraste
a lidiar con ellos; la gente no se va ni aunque las dejes ir, se queda en ti,
por siempre o por un rato, depende de cuánto los quisiste.
No se llevan sus malos consejos
ni sus horribles hábitos, como tirar
latas de cervezas en los canales, como pasar la saliva como si tuvieran sed,
como hacerle “uff” cuando algo es muy bueno, como sentirte rara y
culpable cuando dices “cueris” o alguna otra palabra que indique dulzura, decir
“Jalowin o Jaqueline”
La gente se termina yendo, por
fin, por segunda vez, cuando se borran de ti sus costumbres, cuando tu corazoncito usa Cicatricure y se te borra
ese arañazo, cuando vuelves a ser tú y
te quitas esos pedazos de personas que explotaron junto a ti. Cuando sanas.
Las personas se van dos veces y
la segunda es para siempre.
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