viernes, 31 de marzo de 2017

Fantásticas.

Había crecido juntas, por lados separados, unidas únicamente por la insistencia de no dejarse ir jamás, incluso aunque no estuvieran físicamente en el mismo tiempo o en el mismo espacio, el amor es interdimensional cuando lo que se ama no está junto a ti.

Aún se ahogaban de risa en noches calurosas porque hay costumbres que no se dejan de acostumbrar, caídas de las cuales uno se ríe toda la vida y recuerdos que aún las rompen en llanto. Eran el vivo ejemplo de que los para siempre de amigas si existen, en toda la extensión de la palabra, aprendieron a dejar de juzgarse hace mucho, al final de cuenta todas tenían una puta, una santa, una gorda, una flaca, una loca, una cuerda, una decidida y una insegura dentro. Ya no tenían errores que cantarse entre ellas, los habían cometido y olvidado como el viento olvida las palabras y se rodeaban de los buenos tiempos, de todo lo vivido y lo imaginado, e incluso sabían que aunque eran distintas como los sentidos de la rosa de los vientos, en un mundo tan grande las cosas no chocan por casualidad.
Se amaban a su manera, sorda y ciega, pero con claridad, porque se conocían hasta las malas horas, las buenas, las eufóricas, las cosas bellas y las asquerosas que habían pasado, eran testigos de muertes y nacimientos e incluso de atamientos.

Habían encontrado el amor, pero cada una diferente, una por la costumbre, otra por la perseverancia, otra por la ternura y otra por el amor que se siente cuando no se tiene otro amor que sentir, el propio.
Se imaginaban en las tardes de verano hablando de anacondas en los hombros, caricias en los brazos, tomando unas limonadas o  comiendo ensaladas, dependiendo de las bodas que se acercaran, de los pecadillos que cometieron juntas, de las canciones que las hacía cantar con el corazón sostenido en una mano, recordaban también las noches de karaoke, de villancicos por la Madero, de todos esas cosas que vivía y más tarde se convertirían en recuerdos.

Se pudrían de viejas, de dolores que había aparecido nomás así, de las dietas que siempre se perdían en el tiempo o de las rutinas falsas de ejercicio que eran muy efectivas, de todas esas cosas que parecen banales hasta que la banalidad es solo el rasgo de confianza, se había visto convertirse en otras y evolucionar en una mejor versión de sí mismas y aunque con los años venía la madurez, se volvían relativos los tiempos porque cuando estaba juntas tenían 17, por siempre, a pesar de haber sido hace 5, 10, 15 años.

Eran eternas, infinitas, impermutables, irremediables, intransigentes, incontrolables, ruidosas, alegres, fantásticas.