Había crecido juntas, por lados separados,
unidas únicamente por la insistencia de no dejarse ir jamás, incluso aunque no
estuvieran físicamente en el mismo tiempo o en el mismo espacio, el amor es
interdimensional cuando lo que se ama no está junto a ti.
Aún se ahogaban de risa en noches calurosas
porque hay costumbres que no se dejan de acostumbrar, caídas de las cuales uno
se ríe toda la vida y recuerdos que aún las rompen en llanto. Eran el vivo
ejemplo de que los para siempre de amigas si existen, en toda la extensión de
la palabra, aprendieron a dejar de juzgarse hace mucho, al final de cuenta
todas tenían una puta, una santa, una gorda, una flaca, una loca, una cuerda,
una decidida y una insegura dentro. Ya no tenían errores que cantarse entre
ellas, los habían cometido y olvidado como el viento olvida las palabras y se
rodeaban de los buenos tiempos, de todo lo vivido y lo imaginado, e incluso
sabían que aunque eran distintas como los sentidos de la rosa de los vientos,
en un mundo tan grande las cosas no chocan por casualidad.
Se amaban a su manera, sorda y ciega, pero con
claridad, porque se conocían hasta las malas horas, las buenas, las eufóricas,
las cosas bellas y las asquerosas que habían pasado, eran testigos de muertes y
nacimientos e incluso de atamientos.
Habían encontrado el amor, pero cada una
diferente, una por la costumbre, otra por la perseverancia, otra por la ternura
y otra por el amor que se siente cuando no se tiene otro amor que sentir, el
propio.
Se imaginaban en las tardes de verano hablando
de anacondas en los hombros, caricias en los brazos, tomando unas limonadas o comiendo ensaladas, dependiendo de las bodas
que se acercaran, de los pecadillos que cometieron juntas, de las canciones que
las hacía cantar con el corazón sostenido en una mano, recordaban también las
noches de karaoke, de villancicos por la Madero, de todos esas cosas que vivía
y más tarde se convertirían en recuerdos.
Se pudrían de viejas, de dolores que había
aparecido nomás así, de las dietas que siempre se perdían en el tiempo o de las
rutinas falsas de ejercicio que eran muy efectivas, de todas esas cosas que
parecen banales hasta que la banalidad es solo el rasgo de confianza, se había
visto convertirse en otras y evolucionar en una mejor versión de sí mismas y
aunque con los años venía la madurez, se volvían relativos los tiempos porque
cuando estaba juntas tenían 17, por siempre, a pesar de haber sido hace 5, 10,
15 años.
Eran eternas, infinitas, impermutables,
irremediables, intransigentes, incontrolables, ruidosas, alegres, fantásticas.
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