sábado, 11 de noviembre de 2017

Los valientes no lastiman.

Los valientes no lastiman.

“He estado intentando convencerme que abandonar a una persona no es lo peor que se le puede hacer, puede parecer doloroso, pero no tiene por qué ser una tragedia. Si uno no dejase a nada ni a nadie no tendría espacio para lo nuevo”.

Me he estado convenciendo a mi misma por algunos meses que no estoy deprimida, que no estoy triste, me arreglo, soy una zombie funcional, hago las cosas que se supone que haga, trabajo, leo, escribo, digo chistes, pongo memes, comento, salgo a fiestas, conozco gente.
Es una vil mentira construida cuidadosamente por mí. Me lleva la chingada. Es como ponerse el corazón en la mano y exprimirlo: doloroso pero efectivo.

No estoy bien. Creo que el admitirlo me quema la garganta. No me siento bien y es porque no lo estoy. Yo no me enamoro, ya no me enamoraba y estoy aquí con el corazón roto. Porque me la paso esperando de las personas más de lo que son, de lo que en realidad tienen. Me rehusó a pensar que alguien pueda ser un hijo de la chingada sin un motivo, pero que importa el motivo si igual te hacen daño. Incluso aunque todo te indique que te lo hará, bien, feo. Que terminarás con un bote de nieve, viendo “La boda de mi mejor amigo”. No importa. Tú eres necia para aceptar algo que sabes que no podrás controlar, porque te conoces.
Pero eres lo suficientemente egocentrista para decirte que no te va a pasar, que tú puedes controlarlo todo, que todo estará bien, que tú eres quien lleva esto. Es mentira. Te mientes, porque se pega eso de ser mentiroso.
Terminas otra vez, mal, pero eres muy necia para aceptarlo, muy necia. No quieres admitir que estas equivocada. Que efectivamente hay gente que lastima y no son los valientes, aunque con esa bandera se presenten. Lastimar a alguien con la justificación del conocimiento de que será lastimado no es un pretexto válido. Los valientes no lastiman, los cobardes sí, porque es más fácil hacerle daño a alguien más diciéndole que no lo quieres que permitirte decirle a alguien que si sientes algo por él, es de cobardes ser tan cruel, porque así siempre tiene justificación y se lanzan con palabras que solo dicen la “verdad”. Y resulta que esa es su “capa” y su “bandera” cuando todos sabemos que no es así, que son sus miedos los que hablan porque somos muy necios para aceptar que ellos tampoco tiene el control de lo que pasa, y no son solo hojas flotando, nosotros mismos les dimos el poder y ellos lo tomaron. No eres una víctima , te repites y te lo crees, puedes salir de esto bien librado, te lo repites y te lo crees.

Es mentira. Puedes salir, pero no pretendas decir que no estas lastimada, porque tu orgullo NO te lo permite. Me dolió y eso es algo a lo que ya no estoy acostumbrada. Me molieron y salí de pie aunque fuera el puro cascajo.
Por que ¿Cómo matas algo que no existe? ¿Cómo lo terminas si no nunca tuvo nombre?

“Las cosas sin nombre perpetúan tan finamente la violencia porque solo aquello que se nombra, existe.”

Y si no existe, no duele y si no duele, no tienes por qué llorar y si no lloras es porque no sientes nada y si no sientes nada ¿cuál es el problema?

Son todas mentiras que justifican nuestro pavor de sentir algo, porque eso significa que aun tienes corazón, que todas esas clases  de “Hombres hijos de la chingada” han tenidos frutos nulos y que de la más inocente manera posible has caído en donde te has puesto una manta de víctima.  
No es cierto, no te mientas. La culpa no es de nadie y así nadie paga los platos rotos, no es cierto. Si se rompieron los platos y sí tenían dueño y te toca recoger. Pero no finjas que no son tuyos, que no era la vajilla china que la abuela te regaló,  pero que sí te duele, existe y si existe es porque tuvo nombre y lo que nunca tuvo fue madre.

Es difícil aceptarlo porque eso te otorgaría el estandarte de tonta y podrías ser todo en esta vida pero no tonta, degradaría a tu persona, te restaría puntos de listilla, pero seamos honestos, eso no es cierto.
Solo queda ser responsable pero no es suficiente porque aun siéndolo, aún en ese cascarón donde nada penetra, ahí adentro mientras la piel dura del rinoceronte se mantiene en pie, esta una forma amorfa, débil y triste que no sabe que putas hacer con lo que no se dijo. Con lo que siente, porque así es esto. Se lo traga. Para que se le acabe, que se le muere por dentro y que lo vomite un día  de borrachera, cuando ya sea estéril, cuando ya no duela, cuando esté muerto. 


Pero no importa, porque las cosas que no tiene nombre no existen, y si no existen, no duelen. 

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