domingo, 3 de diciembre de 2023

Kurz

Las personas dicen siempre que uses tu perfume favorito, saques la vajilla de la abuela en un día cualquiera y te pongas ese vestido azul que te encanta sin razón alguna, que no dejes las cosas especiales para fechas especiales ni por motivos especiales.

Existen tres cuadros de Star Wars que yo misma pinté, ahora viven guardados en mi clóset desde hace dos cumpleaños esperando que “las cosas estén bien” para ser entregados. 


Ayer los vi, los envolví en alguna papel que encontré en mi antigua casa y supe que no serían nunca colgados dónde quería que fueran colgados. Así terminan las cosas: ocultas y envueltas en un lugar que no deberían ocupar. 

 

Junto a esos cuadros había una carta. De esas a mano que no escribía más. Una hoja blanca de maquina escrita con mi mejor letra en tinta negra que  empezaba con un “Querido M…” y decía, entre otras muchas cosas, un “he logrado entender porqué  tratar de dejarte se ha vuelto casi imposible: es por la sencilla razón de que estoy usando el procedimiento inadecuado, muy protocolario, aplicando técnicas ancestrales para dejar de querer a alguien cuando en realidad lo que necesito es dejar de amarte”.


Ese “Te amo” implícito llevaba más de dos cumpleaños en el closet, creo que llevaba más que mi INE que antes fue IFE, y haciendo sumas y cuentas, llevaba más que cualquier prenda en ese closet. 


Catorce años, ni más ni menos.

 

Espere 14 años para volver a decirle a alguien que lo amaba. La carta terminaba con un “Te quiere Fer” como siempre han terminado mis cartas. 


Lo peor (o mejor) es que ni la entregué, ni lo dije, ni fue leído y morirá en ese closet otra vez. 

Si mis cálculos son correctos y la estadística no miente, tendré 44 años para el próximo “Te amo”. Espero que no se vuelva añejo y que aún polvozo y viejo como su portadora no sepa a vinagre, que no espere el momento adecuado para salir y me sorprenda en un beso a alguien que no se quede corto y que pueda contestar que él también. 

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