El otro día, en una crisis existencial (como los domingos deberían llamarse) me puse a leerme a mi misma.
Cosa de ego y la verdad, en este caso en particular, de ansiedad.
Cosa de ego y la verdad, en este caso en particular, de ansiedad.
Buscaba entre mis escritos algo sobre el amor. Y me encontré, muchas veces, enamorada, explicando minuciosamente las características de las personas a las que en cierto momento les regalé injustificadamente mi amor.
Encontré desamor, y una larga lista de enojos y desilusiones de las personas de las que alguna vez estuve enamorada.
No encontré nada de cómo me han amado.
Preocupante.
Encontré desamor, y una larga lista de enojos y desilusiones de las personas de las que alguna vez estuve enamorada.
No encontré nada de cómo me han amado.
Preocupante.
Hoy escribo esto en honor al amor que aún no llega, que llegará, tal vez a los 35 cuando no tenga muchas ganas de rodeos y haya subido mi nivel de valemadrismo en el termómetro de la tolerancia personal o a los 40, cuando me haya rendido totalmente y finja que no lo sigo esperando, o a los 90, pa' morirnos juntos, el mismo día a la misma hora. O tal vez no llegue, pero si llega, quiero que me ame así.
Es que me encantas, no sé por qué, me rezongas cada cosa y quieres pelear por cada mínimo detalle, pero me encantas.
La manera en la que me vez cuando recién voy llegando, como tu mirada me carcome, me hace sentir que existo más allá de mi mente, que existo porque me ves.
Como me besas y me muerdes como si no sintiera dolor, como doblas las esquinas de los libros y dejas papeles por todos lados, para escribir cosas que no quieres olvidar, como te vuelves absorta cuando escribes en tu computadora y como constantemente estas buscando maneras de mejorar. Al principio pensé que era para mí pero me he dado cuenta de que es para ti.
A veces me vuelves loco, cuando no sabes que decidir o cuando ya lo sabes y me dejas adivinarlo para jugar con mi paciencia, cuando me subes la pierna en la noche para que no me escape de tus ronquidos y como tallas tus codos con todo el odio que no le tienes al mundo. Como ignoras las topes y te quejas de que todo suena después de eso. Como siempre te disfrazas de algo diferente, a veces señora conservadora, a veces chica chic, a veces solo eres un Adam Sandler con short y chanclas y tu cabello en un chongo flojo.
Me gusta cuando no me dejas ir después de acabar, como disfrutas de tus sentidos y esa mente retorcida que acomodas en pequeños cajones, buscando una cosa que se relacione con otra para poder jalar el hilo que deshaga la madeja, me gusta tu obsesión por las velas y que quieres que todo huela bien, como detestas los cabellos salidos y la ceja sin sacar y como eres tan perfeccionista que a veces olvidas que de eso estas hecha.
La facilidad de hablar con las personas como si las conocieras de toda la vida y tu cara que no sabe ocultar disgusto, tus silencios largos cuando estas buscando herramientas para la ganar una conversación que no es una pelea, pero la has convertido en una competencia.
Tus cambios de color de cabello dependiendo de tu "mood" y como siempre quieres sentirte bonita, aunque lo seas, solo para recordártelo.
Me gusta como conectas con los niños, los alumnos, los maestros, tu familia, tus amigos, eres un ser que se nota desde lejos, y me encanta tu sonrisa y tu humor negro de niños sin piernas y tragedias que conviertes en comedia, me gusta como siempre levantas las manos ante las injusticias y no te quedas callada, porque no naciste para dejar pasar las cosas, eres un salmón contra corriente, que sabe que tiene que luchar para ganar.
Solo te pido una cosa, ríndete ante este amor, no tienes que luchar para concebir la idea de que te quiera porque si, no le busques la lógica porque no la hallaras, ni yo la encuentro, es que no sé porque, pero me encantan hasta las cosas que odio de ti.