lunes, 25 de junio de 2018

Indestructible.


Por si regresas

Espero acordarme de darte esto si un día regresas.

Si no, espero tener memoria para decírtelo, que tú sabes que no hay mucha diferencia entre mis monólogos en vivo o una carta en mi computadora.

No sé qué haces aquí o que hago yo aquí, no sé quién empezó primero pero lo más probable es que haya sido yo, tu no das un paso para atrás ni aunque tu vida dependa de eso.

Durante mucho tiempo me he dedicado, sin muchos ánimos, a estudiar a los hombres, la manera en la que se paran, sus gestos, las cosas que dicen con sus ojos, con sus muecas, la manera en la que escriben un mensaje, los tiempos que tardan en hacer las cosas, como se visten, porque usan tenis en lugar de zapatos, porque huelen a Lacoste negro, el porqué de los botones de arriba de la camisa desabrochados, su forma de conducir, cómo se comportan con sus madres, con sus hermanas, con las mujeres que les gustan, con las mujeres con las que no quieren nada, con las viejas a las que se cogen y nada más, la cara de estúpidos que ponen al ver a alguien a quien quieren, la manera en la mienten y cómo, a veces, también dicen la verdad.

Tuve muchos tipos para practicar, unos amigos, otros no tanto, hasta mi propia familia.

Y aunque suene excesivo y compulsivo, no fue en realidad consciente. Yo no tenía idea que los estudiaba hasta que predecía lo que les pasaría, hasta que empecé a adivinar sus siguientes pasos. Se volvieron parte de una ecuación. Le rellenas las variables y te dan un resultado. No siempre acerté, pero cada error me acercaba a la perfección. El comportamiento del ser humano es impredecible y es por eso que algunas ciencias se han encargado específicamente al estudio del mismo. Gracias a Dios no soy psicóloga o antropóloga, gracias a Dios mi amor por las ciencias exactas era más fuerte que mi curiosidad por las personas.

Un día, en esos en donde me pongo a pensar un montón, descubrí que todo eso era algo parecido a lo que me pasa con mi papá. No lo culpo, en verdad, al contrario, le agradezco haber sido y ser como es, eso me hizo alguien fuerte e independiente, alguien quien puede con el mundo si así se lo propone, pero dentro de toda esa fortaleza dejó un rasguño pequeño, un talón de Aquiles a la merced de las circunstancias de la vida:

Cuando todo me abruma, yo busco refugio, me canso, me harto de hacer las cosas bien, me hastío de todo y de todos y lo único que quiero es recostarme en el brazo de alguien, que me sacuda el pelo y me deje descansar ahí cinco minutos.

Mi debilidad más grande es esa persona. Ponle el nombre que quieras. Ponle todos los nombres que te di la última vez. Todos esos fueron intentos fallidos de brazos que no sirvieron más que para recordarme que no puedo tener esos cinco minutos. Que no puedes sentarte en la banqueta a tomar la fresca, que no puedes depender de nadie para sentirte bien.

Y después de todos ellos, regresas tú.

Por ti empecé a leer hombres. Porque jamás te he podido entender. Y por más que trato y trato, tu comportamiento es tan irregular, tan asimétrico que me enferma no poder acomodarte en una casillita.  
Nunca he sabido si me quieres, si en verdad, me quieres. Como gustes quererme, pero jamás he tenido esa certeza. A veces creo que es porque ni tú lo sabes. Hice una teoría para las excepciones, en este caso, mi vida, tú eres la única que conozco.

Como sabes, me la pasé repensando la causa, ¿Por qué?, ¿por qué tú? Y llegué a una conclusión muy básica.

En las personas yo busco alguien que sea fuerte, alguien que pueda aguantar el peso de mi misma con todo lo que involucro por cinco minutitos mientras tomo aire. Que este siempre, que pueda con el mundo entero, con quien no tenga que preocuparme de nada, que sea una yo para mí.

Contigo no es así, tú eres veneno. Tú no eres ese tipo fuerte que puede conmigo, tu eres peor.

Tú me haces ser ese tipo para mí, me haces creer que yo soy el sol, que puedo con todo y con todos y que los cinco minutos que reclamo son un capricho, que no los necesito, pero que si los quiero, que si tanto los quiero, me los das, sin problema alguno. Que tú vas por tu lado y yo por el mío pero que si un día necesito correr a unos brazos, ahí están los tuyos.

No soy estúpida, sé que tú haces lo mismo que yo, que también te cansas, que cuando todo se va a la mierda y te sientes solo, no eres capaz de decírselo a nadie, que solo vienes para saber que hay alguien que está peor que tú. Soy tu zona de confort, tu lugar seguro. No te juzgo, cojeamos de la misma pata.

Que dañinos somos. A veces no sé si nos hacemos bien o mal. Porque después de ti todo me sabe igual, todo es poco y nadie es suficiente. Me haces creer que merezco más. Que me merezco una Fernanda para mí.

No sé si regreses y no sé si algún día funcionemos en el mismo estado. Que aunque pasen los años y te vayas a Singapur, hay un hilo bien largo que no nos deja ir. Aunque le beses la boca a otras personas, aunque yo me vuele los sesos viendo estrellas con personas que no sean tú, aunque vayas a moteles y yo tome alcohol y coma arsénico. No me animo a predecirte nuestro futuro, ya sea por separado o con uno que otro cruce. Tal vez en un año te cases y yo entre al manicomio, o al revés, tal vez en un año me case y tú te inundes de papeles para no tener que voltear a ver el hilo que se te enreda entre las patas.

Ya no te reclamo nada (sobria) porque ¿pa’ qué chingaos? Si como te dije, ya no me puedes hacer más daño, que soy indestructible y nada de lo que hagas o dejes de hacer va a separar mis huesos de mi carne.

Por si regresas y esa carne sigue en el portón azul, naranja y rosa, solo recuerda que cada vez que vuelves yo siento que es para siempre y así es… por un día.

Y si no vuelves, porque hay que considerar todas las posibilidades, pues entonces léeme y cómprate una pinche caja de huevos.
Te quiere
Fer

La única cosa que te he escrito.


La única cosa que te he escrito.

Espero entiendas mi sarcasmo.

Lamento lo de anoche, yo sé que estuvo mal, que debo de dejar  tomar como albañil con mis amigotes en fiestas ajenas. Sé que la regué en llamarte a las 3 am, pero siendo sinceros ¿no te sorprende que después de tantos años sea la primera vez que te marco?

Lo siento, un montón, no debí reclamarte nada, porque bueno ¿quién soy yo para hacerlo?. No debí stalkearte enfermizamente (la verdad no lo hice, solo vi las primeras dos publicaciones y después me salí porque ya estaba súper encabronada), te lo advertí, que ser amigos no es una buena idea, pero te gusta andar jugándole al valiente. Sé que siempre lo complico todo, sé bien que tú te fuiste súper feliz y tranquilo y esperabas que yo hiciera lo mismo.

¿Cuándo en tu vida me has visto tomar las cosas con calma?

Lo que más lamento de la llamada es que no la recuerdo. En verdad me enoja conmigo misma. Debí haberte hablado, sobria. Recuerdo que te pregunté porque habías regresado y no recuerdo que contestaste, luego que te dije algo de que nos la pasábamos bien y luego nada. En blanco.

Me apena más que en este punto, si yo fuera tú, hace mil años que me hubiera mandado a la chingada y si lo haces, bueno, no sería en realidad una sorpresa. Sé que soy una vieja loca, celosa, posesiva, enferma mental e inestable emocional, pero también sabes que te adoro con el corazón, que cuando me veo en tus ojillos es todo lo que quiero ver y que tu mano y la lija que tengo por mano quedan bien juntas y que jamás creeré que seas un error.

Me pesa demasiado que no digas nada y estoy muy cansada de sacarte las palabras con unas pinzas de presión, si te quieres quedar callado, no sería algo que no espere.

Debí dejarlo en un recuerdo bonito, pero me encanta estar chingando.

Lo siento.

Melquiades


Soy el Melquiades de mi vida y sé lo que escribo y tengo fe, más fe que un granito de mostaza para que pase, algún día, lejano o cercano, y es así que lo que me ha pasado lleva años que ha sido escrito, que las noches que no podía dormir se transformaban en premoniciones de un futuro. Al final nunca he sabido si yo escribo algo y luego esto pasa por la inercia de que pase o es que ya viví esta vida y son solo recuerdos de un futuro que se aproxima.

Vengo a escribir el final que nunca he podido escribir.

Siento una presión en el pecho, algo que se me está saliendo de control y el control es mi centro, y me paro de ahí, te observo agitado, confundido y yo te veo en los ojos con los que te he visto ya mil años. Con los mismos ojos que te vi la primera vez que me dijiste “te amo” con la misma mirada que chocó con tu cara cuando te dije que ya no podía más.

Siempre he creído que mis ojos te hablan, se ríen, se ponen tristes o se enojan, tus gestos se limitan a una ceja levantada y una sonrisa que escondes debajo de unas pestañas largas y oscuras.

Yo hablo sin decirte palabras, siempre. Y a lo largo de los años me he dado cuenta que si sabes leerme, y me entiendes, me ves las manos y sabes que tienen ansias de tomarte las tuyas aunque sean rasposas y descuidadas.

Te veo ahí acostado de lado, entre que te paras y te resignas y yo estoy de pie, esperando articular palabras para poderte decir que es que no es que vayamos rápido ni que haya llegado a este punto antes, es solo que necesito saber qué es esto.

Que si es solo por hoy, no hay problema, que bien me las arreglo sola y que, si es cada vez que la vida nos cruce, entonces estaría encantada, que así se lo dejamos al destino y deslindamos responsabilidades, sólo hay un panorama que me intriga… ¿Esto no es solo esto? Entonces sí, entro en shock.

Pero me detienen las palabras en la boca todas esas veces que lo hemos arruinado por ponerle título a la historia que está pasando, por rotular los recuerdos con restricciones en el encabezado.

Me ves titubear y piensas que no quiero estar contigo, lo sé, se levanta tu ceja, se te arrugan los ojos, tienes miedo de que yo tenga miedo, pero no es así, hace mucho que el miedo se tomó vacaciones.

Me tiro contigo boca abajo y me apoyo en los codos, tú te pones viendo al techo y me sientes  a tu costado… empiezas a señalar los lunares que nacieron por exceso de sol sobre mis hombros y ya no puedo más.

¾     Te quiero y siempre ha sido así, y tal vez así siempre sea. Pero no lo sé, ni lo sabré nunca. Tal vez estamos destinados a no ser. O tal vez deberíamos dejar de preocuparnos por eso.

Lo beso y él me sigue, me dice al oído que no lo piense, justo cuando me muerde el lóbulo de la oreja y yo por primera vez lo obedezco… porque en realidad no quiero pensarlo y si nos dura 9 horas o 8 días o 9 meses o 2 años, para mí siempre seremos eternos.


Perfecto.


Perfecto.

Para ti, espero que no lo leas pronto.


¿Sabes? Siempre he tenido una compulsión sana con la perfección.
Que no queden los cajones ni las puertas abiertas antes de dormir, que los libros estén acomodados con algún orden, ya sea color o tamaño o autores. Que las cosas de mi bolsa tenga bolsitas pequeñas para separar los lapiceros de los labiales y los espejos de las llaves y que mi cartera tenga compartimientos para las tarjetas, de un lado las de identificación y del otro las del banco, que los billetes estén de menor a mayor con la cabeza para arriba, etc.

Ya saben, lo común, lo sano.

Pero todo eso son cosas que puedo controlar perfectamente, acomodarlas como mejor me venga en gana, sin embargo, en la vida, yo siempre tengo un plan, un plan elaborado que nace de una situación inesperada; también he tenido que aprender que los planes no salen como uno quiere y bueno, puedo vivir con ello. Hay algunas ocasiones en que lo mejor que hago es dejar de tener expectativas, dejar de imaginar que pasara equis o ye cosa porque al final no pasa y resulta decepcionante.

Todo esta introducción es para que entiendas cuan grandioso es algo cuando me sale perfecto. Corrijo, cuando sale, por su propia voluntad, perfecto y yo solo soy una espectadora de lo que las diosidencias han proyectado para mí.

El domingo fue perfecto, en todos los sentidos en que esto se pueda entender. Llevo días tratado de describirlo pero me he dado vacaciones de la conciencia y de la coherencia así como de las preguntas que involucran, lo cierto es que me duelen los cachetes de tanto sonreír, que voy cantando mientras manejo en la camioneta y eso que no tiene estéreo, que no he puesto canciones tristes y que ya no me quedo viendo un punto fijo en la pared cuando despierto.

Todo fue por un deseo oculto, no por decisión propia, sino porque parece tan irreal que simplemente lo jubilé de los anhelos, estaba en la banca y olvidado. Ahí donde los sueños guajiros viven.

Después, ese deseo profundo y honesto, un día pasó. Así, na’más. Porque podía pasar, pero yo ya no lo consideraba dentro de las posibilidades porque ellas siempre van en mi contra.

Bueno, ahora, la persona que más he querido en mi perra vida regresa, porque siempre sabe que puede regresar, que eso hacen los amigos, ellos siempre vuelven.

Que él solo se ha presentado para escuchar todas esas cosas que no he tenido el valor de decirle por teléfono, que la he cagado enormemente en este último año, que debo confesar, que no creí  tener el valor para decírselo pero que ahora que de buenas a primeras ha decidido venir solo para escucharme, me siento comprometida decirle la verdad. Con los sucios detalles, con los nombres y apellidos y como soy  adicta al orden se los enumero por meses. Lo cierto es que un poquito de mí tenía miedo que me viera con otros ojos. Que se diera cuenta que ya no tengo 15 y que a veces, solo a veces, soy decepcionantemente estúpida.

El pobre hombre que se sentó durante 7 horas a escucharme  hablar sobre todo lo que hice y cada vez que la historia se ponía buena, pedía otra cerveza, tan buena estuvo que lo termine acompañando porque me faltaba valor para decirle lo que restaba.

Se sintió como si no hubiera pasado ni un solo día desde la última vez que nos vimos, desde que ya no somos amigos en Facebook y me pidió mi perfume de “pitanga” para saber su nombre.

Es que cuando estoy con él estoy en casa y nada es lo mismo y todo es igual y se detiene el tiempo, juraría que el mundo como lo conozco deja de girar, para observar como dos amigos quedan suspendidos en el espacio para ponerse al día.

Él por fin  me cuenta algo, porque siempre me deja hablar horas mientras nunca interrumpe y yo lo interrumpo a completando cada oración que dice, porque… ¡carajo!, nos conocemos tanto que ha de pensar que le leo la mente, pero no, le leo los ojos y esos nunca saben mentirme.

Se nos pasa el día y regresamos al auto que termina oliendo a chorizo, porque olvidamos los souvenirs para su mamá.

Así que tuve que sacarlo de ahí, llevarlo a mi plaza y de repente hizo esa pregunta que siempre quise que me hiciera:

¾     ¿Algo de lo que escribes es para mí? Después de tantos años de conocerme, ¿aunque sea una sola cosa es para mí?

Como si no supiera que empecé a escribir para olvidarlo, para no tenerle que hacer cartas larguísimas donde le contara todo y me da risa cuando dice que si “aunque sea una cosa”. Si todo es para él porque él es él.

Luego me dice que me lee, que leyó muchas cosas de las que escribí, que olvidó mi cumpleaños porque abril es difícil, y yo sonrío por debajo porque sé porque abril es difícil para él y él ignora que también es difícil para mí. 

Y sentirme bien, sin ser juzgada, aunque debería serlo, pero me quitó el enorme peso de encima de sentirme incómoda cuando algo nos cruza, endulzarme la vida con algo dulce y sentarme a continuar con nuestra platica, que me cuente más cosas de las que nunca hablamos porque nos daba pena, supongo, que las aventuras no han sido solo mías, que él también sabe lo que es enamorarse y que todo se vaya a la mierda.

Que le pregunte si soy intimidante mientras lo intimido para que me conteste…

Que siempre que no sé algo de mi, corro a sus brazos porque me gusta verme a través de sus ojos negros, me gusta su versión de mi dónde yo lo puedo todo y con todo.

Que recuerde mis masajes de manos y que se burle de mis manos rasposas porque él tiene manos de secretaria y a mi parece que me las lijaron, ahora el masaje va con exfoliación y que quiera en verdad solo tomarlo de la mano y que se quede así y lo abrazo como tenía tantas ganas de hacerlo y él tiene miedo de que mi mamá lo odie más por regresar y que yo le diga que mi mamá no puede odiarlo más y sentirlo cerca y cálido y familiar, mi lugar favorito siempre será donde esté él con su conocimiento infinito de mis locuras y su manera de quererme sin condiciones.

Que me vea como si fuera el sol y que me pregunte lo que siempre quise escuchar…
Y que le conteste la respuesta a la que llegué después de muchos años de darle vueltas.

¾     ¿Por qué se acabó?
¾     No sé. Éramos unos niños.
¾     ¿Te hice daño?
¾     Sí, mucho, yo te quise muchísimo… ¿Quieres saber cuál fue el verdadero motivo? Yo creía que te merecías algo mejor.
¾     No Fer.  
¾     Y tú nunca me dijiste lo contrario.
¾     ¿Cómo iba a saberlo? Tú nunca me lo dijiste.
¾     Quería que lo adivinaras.
¾     Por qué eres una niña y siempre quieren que adivinemos cosas que no podemos saber.
¾     Pero ya no soy una niña.

Que le haga preguntas de esas que solo él sabe cuál es la respuesta correcta.
¾     ¿Por qué es tan difícil quererme?
¾     No es difícil, son los demás, los que no saben quererte.

Que me pregunte si creo que aún funcionamos juntos.
Que se me caiga el mundo.  
Que mi corazón se retuerza en mi pecho, no saber que decirle, que fuimos tontos, niños y ahora somos adultos, cambiados, pero que en esencia él y yo nunca seremos diferentes, mientras me pierdo en su pecho y sus manos al fin están en las mías, aunque sean rasposas, que lo único en lo que pienso es en que, al final de cuenta, todo ha cambiado pero seguimos siendo iguales, él sigue haciéndome sonrojar cuando me ve a los ojos y yo sigo siendo ese desastre bonito.

Y que me diga que recuerda mis besos y que me muera porque me bese y darme cuenta que andaba yo bien perdida buscando amistad donde siempre hay amor, que es que somos bien malos amigos y que mis ganas de besarlo me ganen y  voltear la cara e intentarlo y que me detenga… que haga que mi corazón de pare por 3 segundos y espere que caiga un meteorito o algo, que me arranque la vida alguien si es que ese hombre no se atreve a besarme y luego que diga lo más asquerosamente lindo que alguien me ha dicho en toda mi perra vida:

¾     Yo no soy ni ****, ni ****, ni *****. Yo SI te quiero y por eso no te voy a besar. Y créeme que me estoy conteniendo porque lo que más quiero es besarte.
¾     Pero se te olvida que yo soy muy paciente…
¾     Y tenaz.

Y que yo no recuerde ni dónde estoy, ni con quien, ni qué hora es. Que me junte más a su pecho y me pida que nos vayamos. Que es tarde.

Darle sus souvenir de mi casa y abrazarlo en la puerta como si fuera la última vez en la vida que lo abrazaría, hundirme en su hombro y que por fin, me bese, porque no podría ser más cliché.

Y que todo en este tiempo cobre sentido, que cada cosa que había pasado, todas las que no pasaron tuvieron un motivo, ese domingo.

Que no me había estrenado ese vestido azul a pesar de todas las veces que me lo provee y por algún motivo nunca fue el correcto, que no pasaron temprano por los planos porque no debería ser así. Porque así era como todo se tenía que acomodar para que pasara.

Que no quiera dejar de besarlo nunca, nunca, nunca, nunca. Que sé bien que le gusta que le roce la clavícula y que él sabe que me gusta que me respire en el cuello.

Que me pida solo un beso más y se irá y le doy tres, siete, mil. Y solo pienso que tal vez no lo veré en otros mil años que ese último beso me debe durar una eternidad.

Que se le caiga la cara con un “Esto no está bien” y no querer queme joda la noche, decirle que se equivoca de que todas las cosas que he hecho en este último año esta es la única que está bien, porque él y yo siempre estaremos bien.

Y cerrar la puerta, en contra de todas mis voluntades y querer abrirla y seguirlo, despedirme en la calle, otra vez y pedirle que no se vaya o que me lleve, pero saber que ponerle tiempo a lo perfecto es matarlo.

Entrar con el alma nueva, con la sonrisa más grande del mundo y con los ojos con ganas de llorar… de felicidad. Porque sin querer, sin planes, sin nada, este domingo fuer perfecto. Así, sin negrito en el arroz. Sin despostilladas en las esquinas, una perfecta secuencia de cosas imposibles, sincronizadas en un mismo día.

Y no pensar las cosas, el ¿por qué? Y el ¿ahora qué? ¿Que seguirá después de esto?, No enterrar un bonito recuerdo con todas mis dudas e inseguridades, porque el amor no se mide en tiempo, ni se le delimita con preguntas estúpidas, saber que si fue solo ese día o solo una vez al año o todos los días, nada puede arruinarlo, porque por primera vez en mi existencia paso todo lo que alguna vez quise y quedarme suspendida razonando si fue real, si en verdad paso, si no es que ya deben llevarme al manicomio y entender que fue mejor que nada que haya imaginado, porque por esta vez, eso sí pasó.

Fue perfecto.