lunes, 25 de junio de 2018

Perfecto.


Perfecto.

Para ti, espero que no lo leas pronto.


¿Sabes? Siempre he tenido una compulsión sana con la perfección.
Que no queden los cajones ni las puertas abiertas antes de dormir, que los libros estén acomodados con algún orden, ya sea color o tamaño o autores. Que las cosas de mi bolsa tenga bolsitas pequeñas para separar los lapiceros de los labiales y los espejos de las llaves y que mi cartera tenga compartimientos para las tarjetas, de un lado las de identificación y del otro las del banco, que los billetes estén de menor a mayor con la cabeza para arriba, etc.

Ya saben, lo común, lo sano.

Pero todo eso son cosas que puedo controlar perfectamente, acomodarlas como mejor me venga en gana, sin embargo, en la vida, yo siempre tengo un plan, un plan elaborado que nace de una situación inesperada; también he tenido que aprender que los planes no salen como uno quiere y bueno, puedo vivir con ello. Hay algunas ocasiones en que lo mejor que hago es dejar de tener expectativas, dejar de imaginar que pasara equis o ye cosa porque al final no pasa y resulta decepcionante.

Todo esta introducción es para que entiendas cuan grandioso es algo cuando me sale perfecto. Corrijo, cuando sale, por su propia voluntad, perfecto y yo solo soy una espectadora de lo que las diosidencias han proyectado para mí.

El domingo fue perfecto, en todos los sentidos en que esto se pueda entender. Llevo días tratado de describirlo pero me he dado vacaciones de la conciencia y de la coherencia así como de las preguntas que involucran, lo cierto es que me duelen los cachetes de tanto sonreír, que voy cantando mientras manejo en la camioneta y eso que no tiene estéreo, que no he puesto canciones tristes y que ya no me quedo viendo un punto fijo en la pared cuando despierto.

Todo fue por un deseo oculto, no por decisión propia, sino porque parece tan irreal que simplemente lo jubilé de los anhelos, estaba en la banca y olvidado. Ahí donde los sueños guajiros viven.

Después, ese deseo profundo y honesto, un día pasó. Así, na’más. Porque podía pasar, pero yo ya no lo consideraba dentro de las posibilidades porque ellas siempre van en mi contra.

Bueno, ahora, la persona que más he querido en mi perra vida regresa, porque siempre sabe que puede regresar, que eso hacen los amigos, ellos siempre vuelven.

Que él solo se ha presentado para escuchar todas esas cosas que no he tenido el valor de decirle por teléfono, que la he cagado enormemente en este último año, que debo confesar, que no creí  tener el valor para decírselo pero que ahora que de buenas a primeras ha decidido venir solo para escucharme, me siento comprometida decirle la verdad. Con los sucios detalles, con los nombres y apellidos y como soy  adicta al orden se los enumero por meses. Lo cierto es que un poquito de mí tenía miedo que me viera con otros ojos. Que se diera cuenta que ya no tengo 15 y que a veces, solo a veces, soy decepcionantemente estúpida.

El pobre hombre que se sentó durante 7 horas a escucharme  hablar sobre todo lo que hice y cada vez que la historia se ponía buena, pedía otra cerveza, tan buena estuvo que lo termine acompañando porque me faltaba valor para decirle lo que restaba.

Se sintió como si no hubiera pasado ni un solo día desde la última vez que nos vimos, desde que ya no somos amigos en Facebook y me pidió mi perfume de “pitanga” para saber su nombre.

Es que cuando estoy con él estoy en casa y nada es lo mismo y todo es igual y se detiene el tiempo, juraría que el mundo como lo conozco deja de girar, para observar como dos amigos quedan suspendidos en el espacio para ponerse al día.

Él por fin  me cuenta algo, porque siempre me deja hablar horas mientras nunca interrumpe y yo lo interrumpo a completando cada oración que dice, porque… ¡carajo!, nos conocemos tanto que ha de pensar que le leo la mente, pero no, le leo los ojos y esos nunca saben mentirme.

Se nos pasa el día y regresamos al auto que termina oliendo a chorizo, porque olvidamos los souvenirs para su mamá.

Así que tuve que sacarlo de ahí, llevarlo a mi plaza y de repente hizo esa pregunta que siempre quise que me hiciera:

¾     ¿Algo de lo que escribes es para mí? Después de tantos años de conocerme, ¿aunque sea una sola cosa es para mí?

Como si no supiera que empecé a escribir para olvidarlo, para no tenerle que hacer cartas larguísimas donde le contara todo y me da risa cuando dice que si “aunque sea una cosa”. Si todo es para él porque él es él.

Luego me dice que me lee, que leyó muchas cosas de las que escribí, que olvidó mi cumpleaños porque abril es difícil, y yo sonrío por debajo porque sé porque abril es difícil para él y él ignora que también es difícil para mí. 

Y sentirme bien, sin ser juzgada, aunque debería serlo, pero me quitó el enorme peso de encima de sentirme incómoda cuando algo nos cruza, endulzarme la vida con algo dulce y sentarme a continuar con nuestra platica, que me cuente más cosas de las que nunca hablamos porque nos daba pena, supongo, que las aventuras no han sido solo mías, que él también sabe lo que es enamorarse y que todo se vaya a la mierda.

Que le pregunte si soy intimidante mientras lo intimido para que me conteste…

Que siempre que no sé algo de mi, corro a sus brazos porque me gusta verme a través de sus ojos negros, me gusta su versión de mi dónde yo lo puedo todo y con todo.

Que recuerde mis masajes de manos y que se burle de mis manos rasposas porque él tiene manos de secretaria y a mi parece que me las lijaron, ahora el masaje va con exfoliación y que quiera en verdad solo tomarlo de la mano y que se quede así y lo abrazo como tenía tantas ganas de hacerlo y él tiene miedo de que mi mamá lo odie más por regresar y que yo le diga que mi mamá no puede odiarlo más y sentirlo cerca y cálido y familiar, mi lugar favorito siempre será donde esté él con su conocimiento infinito de mis locuras y su manera de quererme sin condiciones.

Que me vea como si fuera el sol y que me pregunte lo que siempre quise escuchar…
Y que le conteste la respuesta a la que llegué después de muchos años de darle vueltas.

¾     ¿Por qué se acabó?
¾     No sé. Éramos unos niños.
¾     ¿Te hice daño?
¾     Sí, mucho, yo te quise muchísimo… ¿Quieres saber cuál fue el verdadero motivo? Yo creía que te merecías algo mejor.
¾     No Fer.  
¾     Y tú nunca me dijiste lo contrario.
¾     ¿Cómo iba a saberlo? Tú nunca me lo dijiste.
¾     Quería que lo adivinaras.
¾     Por qué eres una niña y siempre quieren que adivinemos cosas que no podemos saber.
¾     Pero ya no soy una niña.

Que le haga preguntas de esas que solo él sabe cuál es la respuesta correcta.
¾     ¿Por qué es tan difícil quererme?
¾     No es difícil, son los demás, los que no saben quererte.

Que me pregunte si creo que aún funcionamos juntos.
Que se me caiga el mundo.  
Que mi corazón se retuerza en mi pecho, no saber que decirle, que fuimos tontos, niños y ahora somos adultos, cambiados, pero que en esencia él y yo nunca seremos diferentes, mientras me pierdo en su pecho y sus manos al fin están en las mías, aunque sean rasposas, que lo único en lo que pienso es en que, al final de cuenta, todo ha cambiado pero seguimos siendo iguales, él sigue haciéndome sonrojar cuando me ve a los ojos y yo sigo siendo ese desastre bonito.

Y que me diga que recuerda mis besos y que me muera porque me bese y darme cuenta que andaba yo bien perdida buscando amistad donde siempre hay amor, que es que somos bien malos amigos y que mis ganas de besarlo me ganen y  voltear la cara e intentarlo y que me detenga… que haga que mi corazón de pare por 3 segundos y espere que caiga un meteorito o algo, que me arranque la vida alguien si es que ese hombre no se atreve a besarme y luego que diga lo más asquerosamente lindo que alguien me ha dicho en toda mi perra vida:

¾     Yo no soy ni ****, ni ****, ni *****. Yo SI te quiero y por eso no te voy a besar. Y créeme que me estoy conteniendo porque lo que más quiero es besarte.
¾     Pero se te olvida que yo soy muy paciente…
¾     Y tenaz.

Y que yo no recuerde ni dónde estoy, ni con quien, ni qué hora es. Que me junte más a su pecho y me pida que nos vayamos. Que es tarde.

Darle sus souvenir de mi casa y abrazarlo en la puerta como si fuera la última vez en la vida que lo abrazaría, hundirme en su hombro y que por fin, me bese, porque no podría ser más cliché.

Y que todo en este tiempo cobre sentido, que cada cosa que había pasado, todas las que no pasaron tuvieron un motivo, ese domingo.

Que no me había estrenado ese vestido azul a pesar de todas las veces que me lo provee y por algún motivo nunca fue el correcto, que no pasaron temprano por los planos porque no debería ser así. Porque así era como todo se tenía que acomodar para que pasara.

Que no quiera dejar de besarlo nunca, nunca, nunca, nunca. Que sé bien que le gusta que le roce la clavícula y que él sabe que me gusta que me respire en el cuello.

Que me pida solo un beso más y se irá y le doy tres, siete, mil. Y solo pienso que tal vez no lo veré en otros mil años que ese último beso me debe durar una eternidad.

Que se le caiga la cara con un “Esto no está bien” y no querer queme joda la noche, decirle que se equivoca de que todas las cosas que he hecho en este último año esta es la única que está bien, porque él y yo siempre estaremos bien.

Y cerrar la puerta, en contra de todas mis voluntades y querer abrirla y seguirlo, despedirme en la calle, otra vez y pedirle que no se vaya o que me lleve, pero saber que ponerle tiempo a lo perfecto es matarlo.

Entrar con el alma nueva, con la sonrisa más grande del mundo y con los ojos con ganas de llorar… de felicidad. Porque sin querer, sin planes, sin nada, este domingo fuer perfecto. Así, sin negrito en el arroz. Sin despostilladas en las esquinas, una perfecta secuencia de cosas imposibles, sincronizadas en un mismo día.

Y no pensar las cosas, el ¿por qué? Y el ¿ahora qué? ¿Que seguirá después de esto?, No enterrar un bonito recuerdo con todas mis dudas e inseguridades, porque el amor no se mide en tiempo, ni se le delimita con preguntas estúpidas, saber que si fue solo ese día o solo una vez al año o todos los días, nada puede arruinarlo, porque por primera vez en mi existencia paso todo lo que alguna vez quise y quedarme suspendida razonando si fue real, si en verdad paso, si no es que ya deben llevarme al manicomio y entender que fue mejor que nada que haya imaginado, porque por esta vez, eso sí pasó.

Fue perfecto.


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