martes, 25 de julio de 2023

Sana, sana colita de rana.

 Sana, sana. 

Que horribles costumbres tiene uno. 

Desde dejar cosas tiradas por el suelo, dejar los cajones abiertos, hasta volver con su ex. 

No vuelvan, repito, no vuelvan. 

Este es un recordatorio para ti misma Fernanda García, que lo escribe la Fernanda del presente en pleno uso de sus facultades mentales. 

Solo quiero recordarte, ese día, ese día y tú sabes cual es, llegaste hecha triza a casa de tu mejor amiga, llorando como si alguien hubiera muerto. Yo personalmente creo que algo murió, probablemente la idea que tenías de él. Ese día Don Heraclio, Santo Heraclio, te ofreció un tequila porque estabas fuera de ti. Pregunta, ¿dónde estaba él? 

Exacto. 

Hasta aquí mi reporte Joaquín. 

La máxima que he tenido en estos últimos años es que las personas no cambian, fingen, intentan, pero son poquísimas las que lo logran. A veces se me olvida, porque es deliciosa la esperanza de que esta vez, por primera vez, estes equivocada. No va a ser así. 

No vuelvan con su ex. Es lo mismo. Aunque diga que no, aunque se la pasen chido, aunque piensen que no es natural que el universo los coloque una y otra vez frente al él, no son nuevas oportunidades, son un “mira morra, te recuerdo que este vato NO es el vato que quieres ni debes querer”. 

No vuelvan con su ex, ni aunque quieran una nieve al mismo tiempo, o completen las frases del uno y del otro, aunque los lleven a sus lugares favoritos, aunque amen la seguridad que les ocasiona, aunque parezca que pueden cambiar, aunque conozcan a las mismas viejitas de puerto de Martínez y casualmente sigan a las mismas chicas trans en Instagram, no caigan, no es el universo, no es un hilo rojo que los une, no es nada de eso. Es la manipulación emocional, es la tentación del sabor de una cheve para un alcohólico, un toquecillo de mota para un drogadicto y un “día perfecto” para un codependiente que vuelve a su zona de confort. No caigan. Porque ese putazo no duele menos que el primero. Ni que el segundo. Pero haz que el último putazo de realidad sea exactamente eso: el último. 

¿Qué quiere cambiar? Déjalo que cambie, ¿Qué quiere ser mejor persona y arreglar su vida? Déjalo que lo haga si es que verdaderamente quiere hacer, ¿Qué ahora esta trabajando en si mismo? Déjalo que trabaje, dale amor y luz desde lejos y déjalo ir.

No seas el bastón de esa tragedia griega, no cures gente, no seas centro de rehabilitación para personas que terminaron una relación larguísima y se siente bien contigo porque eres a toda madre y les das amor, paciencia, los escuchas y porque “pobrecitos”. Ni madres. No, no, no, no, no.

No lo olvides, LA GENTE NO CAMBIA.

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