lunes, 26 de marzo de 2018

Sé que me ves.


Sé que me ves.

Y cuando estaba distraída él venía y me observaba, no decía nada, como siempre,Solo calla. 

Yo nunca le decía nada tampoco, no era necesario, algunas ocasiones fantaseaba con que lo hacía meramente por curiosidad, para ver si no había muerto aún, pero la mayoría del tiempo tenía la certeza de que era únicamente un accidente, un clic que no debió dar.

Los días después de su visita me sentía ansiosa, consternada, le daba vueltas a las cosas, me preguntaba si vendría otra vez y si lo hacía ¿cuando sería ese día?, no tenía intención de hablar con él o cambiar algo, tampoco para cruzar miradas o mandarle una señal de que lo sé: “ Sé que me ves”.  No, era algo más profundo que el cuchicheo, era mis ansias de saber que sabía de mí. Aunque fuera por accidente, que alguien le mencionaba mi nombre y que debajo de la piel sentía un picor muy tolerable, el del anhelo, el anhelo del saber. 

Él venía de vez en cuando y jamás me lo encontraba, así percibía que no nos pensábamos tanto, que la gente que se piensa se atrae y por lo visto era solo un recuerdo fugaz e intermitente que le traía un extraño o la casualidad.  

No sé qué se siente ser el amor de la vida de alguien, pensar que alguien te piensa, saber que ella está bien sin ti pero que tal vez serían mejores juntos. Nunca me ha pasado, nadie me lo ha dicho, nunca nadie me ha querido así como yo lo hice. Supongo que ese fue un don que yo le regalé, el saber que incluso en otros tiempos, en donde el mar se secara y las nubes se tornaran de un rojo carmesí, ambos tomaríamos nuestro lugar, él en mi corazón y yo en los pliegues de su memoria, ahogada en cosas más importantes que los recuerdos de un amor desafortunado, pero real, que sabría él, también, que nunca me quedé con las ganas de decirle que lo quise como al sol, que se lo dije y se lo demostré millones de veces, que le escribí hasta que me dolieron las manos y lo pensé hasta que me sangrara la nariz en los mayos calurosos.

Ese era mi regalo para él. El conocimiento de mi amor.

lunes, 19 de marzo de 2018

Ya no lo quieres


¾     Ya no lo quieres.

Me lo dijo y yo no supe que contestar. No me había dado cuenta que él tenía razón, ya no lo quería. Sí por algo salía al tema ya no lo decía con odio. No me lo encontraba en todos lados y cuando me preguntaban por él no me explotaba la bilis.

Había dejado de imaginármelo en las noches o de revisar su última conexión, no tenía ganas de llamarle y tampoco de encontrármelo por casualidad. Solo estaban esas costumbres que me dejó el ser precavida. El revisar si estaba su auto cuando iba a entrar al cine, el no voltear a ver si estaba abierta la puerta de su casa, el revisar los vidrios de autos iguales, el sordearme al ver a alguien con su complexión acercándose.

Pero ya no lo quería. No platicaba con él por las noches y ya no quería escaparme en las madrugadas a sentarnos a hablar de nada. No me apetecía ir a esos lugares de agua dónde le enseñaba las constelaciones y él fingía poner atención.

Ya no quería correr a abrazarlo cuando todo va mal y hoy que estaba escribiendo esto no pude recordar su número de teléfono. Y ya van 4 meses y creo que irán 6,10,12. Y poco a poco las mañas también se irán con él. Y un día en la mañana no querré despertar en su brazo dormido, ni acariciarle la barba mientras le veo las pestañas. Y todo por lo que pasé habrá valido la pena, porque lo que se va de mí, ya no regresa.

¾     ¿Por qué lo dices?
¾     Porque ya no hablas de él con amor.
¾     Es que ya ni lo odio.

sábado, 17 de marzo de 2018

Hades


Hades besa bien. Como rico y despacio y luego fuerte, como prohibido pero al alcance de la mano. Él besa bien y no quiero saber más.

Hades tiene esa sonrisa malvada, esa que solo le sale cuando piensa algo inapropiado. Esa misma de cuando adivino lo que está pensando y se lo digo. Como la cara que pone un niño cuando lo cachan en la travesura. Esa cara pone cuando me jala, cuando me pide que vaya, cuando me ve con sus ojitos lindos, escasos, adorables.


Hades tiene manos bonitas, la piel morena y el cuello siempre le huele bien. También posee un raro sentido de lo correcto. De los límites de las personas y de mis límites.


Él los rompe todos, porque es lo que quiere. Hades es caprichoso y quiere todo cuando él así lo desea. Y lo obtiene la mayoría de las veces. Si te dejas arrastrar por Hades, será muy difícil decirle que NO  a lo que pide. Por qué te envuelve en él, en su vida, en sus ocupaciones. Es tan egoísta que te dice que no te quita nada pero no te deja usar nada.


Hades es sensual, desde sus lunares hasta su bonita nariz, desde su peinado de niño bueno y sus brazos que te pueden abrazar fuerte.


Hades es un dios… del inframundo, pero Dios al final de cuentas.


Pd. Me acordé. Perdón. 

viernes, 16 de marzo de 2018

Corazón que no siente.


Corazón que no siente. 

Verán. Satanás fue un maldito desgraciado, pero viéndolo ahora, ya fríamente, yo también lo engañé. La única diferencia es que él nunca se enteró y yo sí.

Lo engañé un montón de veces, cada vez que nos enojábamos y no podía reclamarle nada, cuando todo nos salía mal.

Lo engañé cuando me fui a comer con  unos amigos y antes subir a la civilización dejé que una sonrisa me hiciera perder el juicio, justo el día que iba a verlo a él en la noche.Ese día llegó drogado y yo ni lo noté.

Lo engañé cuando en forma de venganza invité a otra persona a un lugar donde se supone que íbamos a ir, todo para darle celos y él ni siquiera fue. Así que terminé llevando a su casa al vato utilizado y lo despedí con un beso que le debía de hace como un año atrás.

Lo engañé cuando me encabroné porque no iba a ir conmigo a algo y se iba a ir con alguien más a otra cosa, así que terminé dejando que una botella de vodka, mis ganas de mandarlo a la chingada y una voz bonita me besaran los ojos.

Lo engañé cuando me destrozó el corazón y todavía me regañó y no pude contestarle nada porque cada palabra que decía me parecía incoherente así que para sentirme bien salí con un tipo que siempre quería salir y yo le daba largas, muchas largas. Ese día me arreglé muchísimo, me puse un vestido bonito y salí a cenar con alguien que sí me quería y que bien me la pasé.  

Lo engañé cuando lo descubrí besándose con esa tipa con la que yo sabía que sí quería algo y qué él negaba. Así que me recogí el vestido, me hice un chongo y fui a cobrársela en las escaleras. Con el wey que le dije que no me gustaba cuando me lo preguntó. 

Lo engañé cuando hablaba con el que estaba políticamente incorrecto hablar y con otros que omitiré porque no quiero ir a la cárcel.

Lo engañé cuando me salí en la madrugada a convencerme a mí misma de que una sonrisa sexy no podía vencerme.

Lo engañé cuando fui a ver películas con el vato buena onda y me dio cacahuates de los de la RIC. 

Lo engañé cuando fui a ver otras películas con pizza y vino. Y me la pasé muchísimo mejor que con Satanás. Muchísimo mejor.

Solo aclaremos algo, no le fui infiel ni una sola vez. Éramos amigos. PALABRAS SUYAS. ¿Cómo le pones el cuerno a tu amigo? Según él, jamás mintió.

Pero si lo engañé. Todo este tiempo él pensó que yo estaba triste y sola en mi casa, llorándole o perdiéndome en el alcohol para olvidarlo.

No fue así. Yo busqué amor fugaz en otros lados, en muchos otros lados. Y vaya que lo encontré. Mientras él estaba con ella. Yo también fui culera. Pero él no lo sabe.

Y ojos que no ven, corazón que no siente.