El maldito
sol entraba en mi ventana y ¡pff!, era de día otra vez. Tenía esa sensación
horrible de haber cometido un terrible error la noche anterior, y ciertamente
lo había cometido, una vez más, con él.
Su nombre
me parecía difuso ya que pocas veces lo llamaba así, pero su apodo me sonaba
tan familiar, tan mío, tan nuestro. Rodrigo Almazán, pero para mí él era solo
Puma.
Puma se
había convertido en más que un acostón de una sola noche, bueno, de muchísimas
noches, él era mi amigo fugitivo, mi secreto obscuro, mi pecado y mi
penitencia.
Nos
conocíamos de toda la vida y siempre me pareció un tipo encantador, su sonrisa
pícara era conocida en el pueblo por
bajar estrellas y subir faldas, no era un santo pero en esos entonces su vida
me parecía igual de importante que un comino.
Todo
empezó hace tanto que ya ni siquiera recuerdo bien. Nos gustábamos de hace
mucho y siendo amigos de un par de amigos, nuestros sentimientos eran
trasmitidos por terceros.
Pero una
noche, la primera noche, nos miramos y supimos lo que pensaba el otro. Nos
besamos por primera vez en esa vieja Ford blanca mientras nuestros amigos
hacían sus cosas, pero más que un beso tierno, en él se desataron todas esas
ganas reprimidas de conocer más a fondo al otro. Pero yo no era de esas que se
dejaba llevar por la pasión absurda y tonta, el Puma no era el primero, pero
involucrarse con él era cosa de pensarse. Aquella noche paré lo que pudo haber
llegado a las últimas consecuencias. <Sólo fue un beso> me decía
constantemente, pero yo sabía que no iba terminar ahí, él no dejaría pasar la
oportunidad de hacerme suya y conociendo su fama en la ciudad, yo sucumbiría
ante sus artes de conquista y sus habilidosas manos que me acariciaban de
manera tan exquisita.
No era
cosa fácil sacármelo de la mente, pero en ese entonces aun mi mundo giraba
alrededor del sol y no de un salvaje felino así que pasaron días, semanas y
nosotros solo nos dábamos miraditas cuando pasaba enfrente de mi casa y una que
otra sonrisa sexy. ¡Oh! Esa sonrisa sexy, debería ser ilegal sonreír de esa
manera, aquel hombre estaba acabando con mis nervios y yo, siendo yo, se lo
estaba permitiendo y él parecía tan sereno, mi estado no le desacomodaba ni un
solo cabello y con tantas sesiones “Recordatorios de bajos deseos” y sonrisas
perversas a mí se me iba olvidando porque era tan malo ser parte de su lista.
Mi mente inventaba excusas << No sería por él, sería para ti, por fin
sería solo para tí>>
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