En un mundo ideal nuestras
emociones vendrían con etiquetas que contuvieran “Nombre”, “Motivo” y “Que hacer en caso de:”
, en este mundo ideal caminaríamos descalzos todo el tiempo, sintiendo con
nuestros pies algo más que suelas de zapatos mundanos, sentiríamos la tierra,
el piso, el cemento caliente, el lodo, los charcos.
En el lugar ideal, caminaríamos a
todos lados, y nos conoceríamos unos con otros, seríamos seres extraordinarios
y aprenderíamos algo nuevo cada día, nos levantaríamos a ver el sol salir
detrás de los cerros y pintar el cielo de colores pastel; transcurriría el día
con ánimos y sin ansias de su fin, todos dejaríamos lo que estuviéramos
haciendo para ver como la luz se apaga y serían los mejores 5 minutos gastados
de la vida.
Nadie correría por necesidad,
todos seríamos equitativos e indistintos, no existiría el “hijo de mengano “,
la gente se valoraría por sus propios méritos y se daría a conocer por sus
decisiones. No nos juzgaríamos y los sábados en la tarde-noche saldríamos a
tomar la fresca con la única intención de contarnos mutuamente nuestro día.
El mundo perfecto siempre olería
a tierra mojada y no nos preocuparíamos por recoger la ropa del tendedero
cuando llueve, todos seríamos imprudentes y sinceros; se siente tan cercano,
tan gigante, tan posible, tan ingenuo, tan perfecto que raya en lo intolerable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario