Perfecto.
Para ti, espero que no lo leas pronto.
¿Sabes? Siempre he
tenido una compulsión sana con la perfección.
Que no queden los
cajones ni las puertas abiertas antes de dormir, que los libros estén
acomodados con algún orden, ya sea color o tamaño o autores. Que las cosas de
mi bolsa tenga bolsitas pequeñas para separar los lapiceros de los labiales y
los espejos de las llaves y que mi cartera tenga compartimientos para las
tarjetas, de un lado las de identificación y del otro las del banco, que los
billetes estén de menor a mayor con la cabeza para arriba, etc.
Ya saben, lo común, lo
sano.
Pero todo eso son
cosas que puedo controlar perfectamente, acomodarlas como mejor me venga en
gana, sin embargo, en la vida, yo siempre tengo un plan, un plan elaborado que
nace de una situación inesperada; también he tenido que aprender que los planes
no salen como uno quiere y bueno, puedo vivir con ello. Hay algunas ocasiones en
que lo mejor que hago es dejar de tener expectativas, dejar de imaginar que
pasara equis o ye cosa porque al final no pasa y resulta decepcionante.
Todo esta introducción
es para que entiendas cuan grandioso es algo cuando me sale perfecto. Corrijo,
cuando sale, por su propia voluntad, perfecto y yo solo soy una espectadora de
lo que las diosidencias han proyectado para mí.
El domingo fue perfecto, en todos los sentidos
en que esto se pueda entender. Llevo días tratado de describirlo pero me he
dado vacaciones de la conciencia y de la coherencia así como de las preguntas
que involucran, lo cierto es que me duelen los cachetes de tanto sonreír, que
voy cantando mientras manejo en la camioneta y eso que no tiene estéreo, que no
he puesto canciones tristes y que ya no me quedo viendo un punto fijo en la
pared cuando despierto.
Todo fue por un deseo oculto, no por decisión
propia, sino porque parece tan irreal que simplemente lo jubilé de los anhelos,
estaba en la banca y olvidado. Ahí donde los sueños guajiros viven.
Después, ese deseo profundo y honesto, un día
pasó. Así, na’más. Porque podía pasar, pero yo ya no lo consideraba dentro de las
posibilidades porque ellas siempre van en mi contra.
Bueno,
ahora, la persona que más he querido en mi perra vida regresa, porque siempre
sabe que puede regresar, que eso hacen los amigos, ellos siempre vuelven.
Que él solo se ha presentado para escuchar
todas esas cosas que no he tenido el valor de decirle por teléfono, que la he
cagado enormemente en este último año, que debo confesar, que no creí tener el valor para decírselo pero que ahora
que de buenas a primeras ha decidido venir solo para escucharme, me siento
comprometida decirle la verdad. Con los sucios detalles, con los nombres y
apellidos y como soy adicta al orden se
los enumero por meses. Lo cierto es que un poquito de mí tenía miedo que me
viera con otros ojos. Que se diera cuenta que ya no tengo 15 y que a veces,
solo a veces, soy decepcionantemente estúpida.
El pobre hombre que se sentó durante 7 horas a
escucharme hablar sobre todo lo que hice
y cada vez que la historia se ponía buena, pedía otra cerveza, tan buena estuvo
que lo termine acompañando porque me faltaba valor para decirle lo que restaba.
Se sintió como si no hubiera pasado ni un solo
día desde la última vez que nos vimos, desde que ya no somos amigos en Facebook
y me pidió mi perfume de “pitanga” para saber su nombre.
Es que cuando estoy con él estoy en casa y nada
es lo mismo y todo es igual y se detiene el tiempo, juraría que el mundo como
lo conozco deja de girar, para observar como dos amigos quedan suspendidos en
el espacio para ponerse al día.
Él por fin
me cuenta algo, porque siempre me deja hablar horas mientras nunca
interrumpe y yo lo interrumpo a completando cada oración que dice, porque… ¡carajo!,
nos conocemos tanto que ha de pensar que le leo la mente, pero no, le leo los
ojos y esos nunca saben mentirme.
Se nos pasa el día y regresamos al auto que
termina oliendo a chorizo, porque olvidamos los souvenirs para su mamá.
Así que tuve que sacarlo de ahí, llevarlo a mi
plaza y de repente hizo esa pregunta que siempre quise que me hiciera:
¾ ¿Algo de lo que escribes es para mí?
Después de tantos años de conocerme, ¿aunque sea una sola cosa es para mí?
Como si no supiera que empecé a escribir para
olvidarlo, para no tenerle que hacer cartas larguísimas donde le contara todo y
me da risa cuando dice que si “aunque sea una cosa”. Si todo es para él porque
él es él.
Luego me dice que me lee, que leyó muchas cosas
de las que escribí, que olvidó mi cumpleaños porque abril es difícil, y yo
sonrío por debajo porque sé porque abril es difícil para él y él ignora que
también es difícil para mí.
Y sentirme bien, sin ser juzgada, aunque
debería serlo, pero me quitó el enorme peso de encima de sentirme incómoda
cuando algo nos cruza, endulzarme la vida con algo dulce y sentarme a continuar
con nuestra platica, que me cuente más cosas de las que nunca hablamos porque
nos daba pena, supongo, que las aventuras no han sido solo mías, que él también
sabe lo que es enamorarse y que todo se vaya a la mierda.
Que le pregunte si soy intimidante mientras lo intimido
para que me conteste…
Que siempre que no sé algo de mi, corro a sus
brazos porque me gusta verme a través de sus ojos negros, me gusta su versión
de mi dónde yo lo puedo todo y con todo.
Que recuerde mis masajes de manos y que se
burle de mis manos rasposas porque él tiene manos de secretaria y a mi parece
que me las lijaron, ahora el masaje va con exfoliación y que quiera en verdad
solo tomarlo de la mano y que se quede así y lo abrazo como tenía tantas ganas
de hacerlo y él tiene miedo de que mi mamá lo odie más por regresar y que yo le
diga que mi mamá no puede odiarlo más y sentirlo cerca y cálido y familiar, mi
lugar favorito siempre será donde esté él con su conocimiento infinito de mis
locuras y su manera de quererme sin condiciones.
Que me vea como si fuera el sol y que me
pregunte lo que siempre quise escuchar…
Y que le conteste la respuesta a la que llegué después
de muchos años de darle vueltas.
¾ ¿Por qué se acabó?
¾ No sé. Éramos unos niños.
¾ ¿Te hice daño?
¾ Sí, mucho, yo te quise muchísimo… ¿Quieres saber cuál fue el verdadero
motivo? Yo creía que te merecías algo mejor.
¾ No Fer.
¾ Y tú nunca me dijiste lo contrario.
¾ ¿Cómo iba a saberlo? Tú nunca me lo
dijiste.
¾ Quería que lo adivinaras.
¾ Por qué eres una niña y siempre
quieren que adivinemos cosas que no podemos saber.
¾ Pero ya no soy una niña.
Que le haga preguntas de esas que solo él sabe cuál
es la respuesta correcta.
¾ ¿Por qué es tan difícil quererme?
¾ No es difícil, son los demás, los
que no saben quererte.
Que me pregunte si creo que aún funcionamos
juntos.
Que se me caiga el mundo.
Que mi corazón se retuerza en mi pecho, no saber
que decirle, que fuimos tontos, niños y ahora somos adultos, cambiados, pero
que en esencia él y yo nunca seremos diferentes, mientras me pierdo en su pecho
y sus manos al fin están en las mías, aunque sean rasposas, que lo único en lo
que pienso es en que, al final de cuenta, todo ha cambiado pero seguimos siendo
iguales, él sigue haciéndome sonrojar cuando me ve a los ojos y yo sigo siendo
ese desastre bonito.
Y que me diga que recuerda mis besos y que me
muera porque me bese y darme cuenta que andaba yo bien perdida buscando amistad
donde siempre hay amor, que es que somos bien malos amigos y que mis ganas de
besarlo me ganen y voltear la cara e
intentarlo y que me detenga… que haga que mi corazón de pare por 3
segundos y espere que caiga un meteorito o algo, que me arranque la vida
alguien si es que ese hombre no se atreve a besarme y luego que diga lo más
asquerosamente lindo que alguien me ha dicho en toda mi perra vida:
¾ Yo no soy ni ****, ni ****, ni
*****. Yo SI te quiero y por eso no te voy a besar. Y créeme que me estoy
conteniendo porque lo que más quiero es besarte.
¾ Pero se te olvida que yo soy muy paciente…
¾ Y tenaz.
Y que yo no recuerde ni dónde estoy, ni con
quien, ni qué hora es. Que me junte más a su pecho y me pida que nos vayamos.
Que es tarde.
Darle sus souvenir de mi casa y abrazarlo en la
puerta como si fuera la última vez en la vida que lo abrazaría, hundirme en su
hombro y que por fin, me bese, porque no podría ser más cliché.
Y que todo en este tiempo cobre sentido, que
cada cosa que había pasado, todas las que no pasaron tuvieron un motivo, ese
domingo.
Que no me había estrenado ese vestido azul a
pesar de todas las veces que me lo provee y por algún motivo nunca fue el
correcto, que no pasaron temprano por los planos porque no debería ser así. Porque
así era como todo se tenía que acomodar para que pasara.
Que no quiera dejar de besarlo nunca, nunca,
nunca, nunca. Que sé bien que le gusta que le roce la clavícula y que él sabe
que me gusta que me respire en el cuello.
Que me pida solo un beso más y se irá y le doy
tres, siete, mil. Y solo pienso que tal vez no lo veré en otros mil años que
ese último beso me debe durar una eternidad.
Que se le caiga la cara con un “Esto no está
bien” y no querer queme joda la noche, decirle que se equivoca de que todas las
cosas que he hecho en este último año esta es la única que está bien, porque él
y yo siempre estaremos bien.
Y cerrar la puerta, en contra de todas mis
voluntades y querer abrirla y seguirlo, despedirme en la calle, otra vez y
pedirle que no se vaya o que me lleve, pero saber que ponerle tiempo a lo
perfecto es matarlo.
Entrar con el alma nueva, con la sonrisa más
grande del mundo y con los ojos con ganas de llorar… de felicidad. Porque sin
querer, sin planes, sin nada, este domingo fuer perfecto. Así, sin negrito en
el arroz. Sin despostilladas en las esquinas, una perfecta secuencia de cosas
imposibles, sincronizadas en un mismo día.
Y no pensar las cosas, el ¿por qué? Y el ¿ahora
qué? ¿Que seguirá después de esto?, No enterrar un bonito recuerdo con todas
mis dudas e inseguridades, porque el amor no se mide en tiempo, ni se le delimita
con preguntas estúpidas, saber que si fue solo ese día o solo una vez al año o
todos los días, nada puede arruinarlo, porque por primera vez en mi existencia
paso todo lo que alguna vez quise y quedarme suspendida razonando si fue real,
si en verdad paso, si no es que ya deben llevarme al manicomio y entender que
fue mejor que nada que haya imaginado, porque por esta vez, eso sí pasó.
Fue perfecto.