lunes, 26 de febrero de 2018

Y no verlo no era tan malo 26/28


Y no verlo no era tan malo.

Pero estaba ocupado, otra vez y yo me dormiría pensando en él, otra vez.

Tomé conciencia de lo ridícula que me ponía cuando las cosas no salían como quería y entonces entraba en razón, otra vez.

No se llaman coincidencias, son diosidencias  y al parecer Dios es el principal actor en todo este drama, nadie puede verse, ni tocarse, ni pagar esos regalos pendientes, porque no se puede y ya.

Todo nos sale mal y ya.

No lo veo y ya.

Y no me siente a lamentarme, ni hago berrinches, principalmente por que ya estoy grandecita, pero también porque no tengo derecho alguno a hacerlo, e incluso si lo tuviera, ya soy muy mayor como para juzgar sus ocupaciones cuando yo misma estoy ocupada casi todo el día.

Ojalá todo esto me sirviera para no pensarlo, pero no se  puede, porque toda la lógica del mundo no logra quitarme el entumecimiento de las manos, los ojos entrecerrados que le luchan al sueño y el sabor a derrota que se pasea por mi boca.

No verlo no es tan malo, pero como quisiera romper esta racha de desencuentros y fallas.

No verlo no es tan malo, pero tampoco bueno.

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