Ojos color sol
Tenía ojos color sol, chiquitos y de extraño
café, un lunar en su nariz y aunque no lo supiera me gustaba delinear con mi
dedo su perfil cuando cerraba la mirada y se perdía en la oscuridad.
También era suave, muy suave y me gustaba como olía,
a él, no el perfume que se repite en cada tipo que pasa en la calle, ni al
aroma artificial después de que se afeitaba, no, me gustaba que oliera a él.
Me gustaba cuando lo veía temprano y aún
llevaba el perfume de su cama, como salía con sus licuados en la mano,
corriendo, desarmándose por subir al auto, tarde como siempre.
Me encantaba meter mis manos en su cabello y
besarlo poquito, y esa manera que tenía de pasar saliva aunque no tuviera sed, o de
acercarse con cara de tonto cuando el que quería besarme era él.
Me gustaba escuchar su voz cuando estamos solo
los dos. Como en silencio pero suficientemente fuerte para que lo oyera. O su
juego infinito de mordidas en los labios, las orejas, la garganta, el esternón.
La manera en que sus dedos paseaban por mi cuello y luego dibujan cosas en los
lunares que nacieron en mis hombros.
Me gustaba que siempre diera el primer paso
porque sabía que yo quería darlo pero no podía, me gustaba que intentara cosas
raras para mojarnos los pies y correr en la tierra.
Me gustaba esa forma rara que tenía de mentir,
cuando no me ve a los ojos. Me gustaba que hiciera todo tan rápido para matar
la luz. Me gustaba la manera en la que movía todo para que me yo estuviera
bien.
Amaba cómo me hacía daño casi sin querer, como
si fuera natural herirme sin que se diera cuenta. Como si fuese yo, un daño
colateral de sus caprichos. De sus hermosos ojos color sol.
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