Le había ofrecido no
golpearse contra la pared y tomar wiskey y me contestó con un “mmm” en
miércoles de ceniza.
No lo culpo, los 14’s
tampoco son lo mío.
Catorces.
No soy de esas personas de “pinche día comercial”
“cuanta hipocresía” “entre más grande el regalo, más cuernos le pone” “Hay que
celebrar la amistad” “Hagamos una fiesta todos los solteros”
Naaaa.
Tampoco me la paso en modo llorona, comprando
nieve y viendo la boda de mi mejor amigo (es mi placer culposo de siempre,
maldita sea, ¿por qué no se quedó con Julia Roberts?, Cameron Díaz era
demasiado linda para ser real, ¿por qué nos hiciste eso Michael?¿por qué?)
No.
Creo que todo empezó mal hace muchos años.
Fue un 14 de febrero cuando me casé por primera
vez.
Tenía 6 años y él 7… estuve haciendo memoria
para recordar su nombre, Pancho se llamaba.Yo estaba en primero de primaria y
él en segundo. Habíamos ido a una minidisco*
organizada en la primaria y no recuerdo muy bien el motivo, ni siquiera
recuerdo si en realidad le hablaba a ese niño o porque demonios me casé.
Solo recuerdo llegar a mi casa con un acta de
matrimonio, porque Panchito dijo que la perdería y que mejor me la quedara yo (súper
listillo desde chiquitillo).
Sabía que no estaba bien casarse con
desconocidos, no era asunto de moral, ni nada, es que jamás se lo había
presentado a mi mamá y que iba a hacer yo cuando me dijeran cosas en la escuela
por estar casada… con alguien mayor… con alguien mayor a quien ni siquiera le hablaba.
Me comencé a abrumar. Pero todo tenía solución.
Al día siguiente fui con mi maestra y le
expliqué la situación, me imagino a mí misma de 6 años sentada en una sillita
roja, con la pobre maestra Domi toda adorable, diciéndole que me había casado
sin querer y quería que me redactara una acta de divorcio.
Busqué en el recreo al niño, lo convencí en ir
a mi salón y ahí le dije que yo no quería estar casa con él y que firmara el
acta de divorcio que mi maestra había escrito en una hoja chiquita con letra
muy clara y grande, puso los nombres de ambos en la hoja y dos líneas, escribí
el mío e hice que él firmara también.
Así se fue mi primer recuerdo de un 14.
La cosa empeoró. A los 15.
Este año celebro el décimo aniversario del mejor
regalo del mundo.
Mi grupo de la prepa se había puesto de acuerdo
para hacer un intercambio, era un intercambio de calzones, de globos y calzones
(acabo de entender que tenía doble sentido, tan solo 10 años después, soy el
internet explorer de los chistes).
Un día antes, salí con mis amigas a buscar los
calzones de nuestros respectivos amigos secretos, incluso me tocó darle al amor
de una de ellas así que me acompañó gustosa a buscarle unos bóxer bonitos, le
compré un globo azul de helio y le hice una cajita especial para guardarle sus
calzoncillos.
Llegué toda tonta con mi globito azul a la
prepa. Nuestro salón era el más bonito,
estaba repleto de globos, 40 en total y cubiertos los pasillos de regalos.
Uno a uno fueron siendo entregados en una liga de
“¿quién le da a quién?”, a los que eran muy amigos se dieron tangas de mujer
entre ellos y hubo de todo tipo de boxers.
Yo no sabía quién me iba a dar, aunque siempre
se sabe, esta vez no tenía ni idea. Entonces llegó el turno del único tipo
gótico/punk/emo aborto de Marilyn Manson que había en el salón y pido una
disculpa a todos los que alguna vez fueron lo que anteriormente mencioné, es
solo que este era así de malo.
El tipo llegó con una bolsa que había sacado de
debajo del colchón de su mamá, con grapas puestas sobre otras grapas puestas,
con la esquinita rota, era de unas rosas de señora, con un globo desinflado y
feo y se paró enfrente. Compadecí a la
persona que iba a ser la afortunada.
¡Yo le doy a
Fernanda!- Soltó.
Me paré de mi asiento y decidí no ser grosera,
no portarme mal, tal vez no tenía dinero para otra bolsa, tal vez, se le hizo
tarde y era 14, a lo mejor no había globos, a lo mejor no quiso embarazar a mi
amiga de la primaria y después decir que el hijo no era suyo, tal vez, no era
tan malo, tal vez era yo y mis prejuicios.
Le di una oportunidad.
Todos teníamos que abrir el regalo enfrente, de
eso de trataba.
Abrí mi regalo con la esperanza de que no fuera
algo malo. Toda inocente.
Eran unos calzones del tamaño del mesa banco, beige,
de abuelita, que no parecían nuevos. Nadie dijo nada.
No pude ocultar mi cara. Un viejo amigo se me
acercó y me dijo al oído “la verdad si se pasó Fer”
El aborto de Marlyn Manson quiso componer sus
mamadas diciendo enfrente de todos que lo disculpara, que él pensaba que en
verdad eran para usarlos de normal. Me hubiera gustado bajarme el pantalón y
enseñarles mis calzones, pero no era tan exhibicionista en esos tiempos
(excepto por los escotes que me chuté toda la prepa, una disculpa compañeros,
andaba mal).
Algunos amigos ofrecieron madrearlo, pero no lo
vi el caso.
No recuerdo mucho más de la entrega de
calzones, solo recuerdo que llegué a casa de mi tía donde me esperaba a mi
mamá, quien vio lo que llevaba y me preguntó el porqué.
Cuando empecé a hablar no pude evitar llorar de
lo encabronada que estaba. Emputada, diría yo. Mi mamá trato de hacerme sentir
mejor con un “por lo menos le podemos regalar los calzones a tu abuelita”.
Pero era inútil, yo estaba muy mal.
Sobra decir que no puedo ver a ese wey ni en
pintura, que si la vida me da la oportunidad lo atropello sin pensarlo dos
veces.
Pero no todos son tragedias, también tuve
algunos 14’s buenos.
Por ejemplo ese de tacos y amigos, que terminó
en vandalismo juvenil. O ese de primera cita que terminó con un regalo que tuve
que esconder por que “había ido a cenar con Sandra”. O ese 14 donde cuando dije
“pues total, si lo quiero un montón, sería una buena idea regresar”.
Este 14 ya estoy curtida. Y mi cama me espera
ansiosa, sé que ver y con quien verlo, sé que mañana va a ser 15 y que nadie se
va a morir, que los regalos que quiera me los compro yo, que tengo alguien
suave y que huele rico a mi disposición y que me pase muchos 14’s
desperdiciados con personas por no pasarla sola. Este es mi 14. Mío nomás.
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