lunes, 5 de febrero de 2018

Entre la guerra y la paz 4/28

Como cuando llevas dos horas discutiendo con alguien y te das cuenta que tu estas equivocada pero ya no hay vuelta atrás y tienes que seguir en tu postura para no quedar como una estúpida, así que sacas algo que hizo hace 3 años y jamás le perdonaste.

Entre la guerra y la paz.

Odiaba discutir con él, más bien, odiaba discutir sola.

A él no le gusta levantarme la voz y jamás me insulta, en cambio yo soy el mejor ejemplo de un pelafustán, algo grosera y en ocasiones se me salía algún “pendejo” o un “idiota”. Odiaba su manera de tomarme con calma, incluso sabía que entre sus reglas básicas para el sano convivir conmigo tenía la de “Desayúnese 2 cucharadas (copeteadas) de calma cuando vea a Fernanda enfurecer”.

Odiaba que para eso él fuera más maduro que yo, me molesta pensar que me veía como una niña caprichosa (no digo que no lo sea, pero me duele que los demás lo noten) y con sus dimensiones de papá, de seguro pretendía regañarme y castigarme.

Odiaba la manera en que me tranquilizaba, como con somníferos, se volvió un experto en manejar mis sentidos, los avivaba y atontaba a su antojo; siempre odiaba que me hiciera reír cuando quería permanecer sería, odiaba que fuera racional y centrado, tanta tranquilidad me saca de mi zona de confort.
Yo puedo lidiar con el caos, con la anarquía y la violencia, con el desorden y las cosas que necesitan arreglarse y él, a veces, muy a veces, me lo hacía a mí, me ordenaba el caos, como si yo fuese un desorden y, como sabes, hay cosas que no puedo manejar, como la paz.


La paz es terrible, muy parecida a la guerra. Pero menos duradera, es un receso de gritos y arranques, la paz indica que las cosas andan bien, hasta que se muere y le da paso a la tormenta. Él parecía la paz y yo, yo siempre he sido guerra. 

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