lunes, 19 de febrero de 2018

Cuatro soles 19/28

Cuatro soles.

Tenía una botella de vino y muchas ganas de no hablar de nada.

De sentarme en el cofre del carro y ver las estrellas en un lugar tan lejano que no fuera territorio Telcel. Dónde no se escuchara más que el agua y los grillos y no decirle nada, ni que me contara él, nada a mí.

Poner un ultimátum de “ni tus problemas ni los míos” y ver el cielo, por un rato largo, interrumpido con respiraciones profundas e incertidumbre.

Quería mis 5 minutos Milky-way pero sin chocolate, ni besos furtivos ni tensión emocional. Por lo menos ambos sabíamos que ya no podíamos lastimarnos más, que ya no tenía que pensar cada palabra que saliera de mi boca, que si terminábamos odiándonos no sería algo tan lejano a la realidad porque cuando todo estaba ya roto ¿qué más daba estar en silencio sin ponerle puntos a las íes? sin explicaciones ni reclamaciones, solo con la certeza de que las cosas no podían estar peor.

Decirle que me siento cansada y que él no pregunte porqué, que me diga que también está harto, que sabe bien que somos unas lindas vacaciones que van a durar solo eso, esa noche y que tal vez no se repitan o sí. Que sabemos que su codo y mis costillas no chocarán, que no iré a buscar una mano en penumbras y que tampoco esperará el momento adecuado para atacar.

Que haga calor, pero no tanto, de esos días ventosos ricos, con fresca y brisa. Pero tan caliente para no necesitar un abrazo que sepa a lástima, a que no tiene ya caso el fingir que no es raro estar así, sin nosotros.


Tener ganas de vino y que me pregunte si aún bebo mucho, mentir. Decirle que todo va bien, que es solo que a veces estoy cansada, que él me mienta a mí, que todo está bien pero que a veces está cansado, que ya no indaguemos porque sabemos que ambos mentimos, que no nos desgastemos en explicarnos del porqué. Que no haya más preguntas incómodas porque ya no puede haber nada incómodo, que me pregunte sobre cosas sin importancia, que le conteste con monotonía que ya no quiera saber cosas de él porque las barañas se quedan cuando se va y que por favor, por última vez me diga que todo irá bien. Aunque sea mentira. Aunque yo no le crea, aunque me dure hasta que se acabe el vino y una ráfaga de señal anuncie que me buscan y a él también, que tenemos llamadas perdidas y regaños pendientes. Que somos muy esclavos de todos los demás pero libres entre nosotros. 

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