Cuatro soles.
Tenía una botella de vino y muchas ganas de no
hablar de nada.
De sentarme en el cofre del carro y ver las
estrellas en un lugar tan lejano que no fuera territorio Telcel. Dónde no se
escuchara más que el agua y los grillos y no decirle nada, ni que me contara
él, nada a mí.
Poner un ultimátum de “ni tus problemas ni los míos”
y ver el cielo, por un rato largo, interrumpido con respiraciones profundas e incertidumbre.
Quería mis 5 minutos Milky-way pero sin
chocolate, ni besos furtivos ni tensión emocional. Por lo menos ambos sabíamos
que ya no podíamos lastimarnos más, que ya no tenía que pensar cada palabra que
saliera de mi boca, que si terminábamos odiándonos no sería algo tan lejano a
la realidad porque cuando todo estaba ya roto ¿qué más daba estar en silencio
sin ponerle puntos a las íes? sin explicaciones ni reclamaciones, solo con la
certeza de que las cosas no podían estar peor.
Decirle que me siento cansada y que él no
pregunte porqué, que me diga que también está harto, que sabe bien que somos
unas lindas vacaciones que van a durar solo eso, esa noche y que tal vez no se
repitan o sí. Que sabemos que su codo y mis costillas no chocarán, que no iré a
buscar una mano en penumbras y que tampoco esperará el momento adecuado para
atacar.
Que haga calor, pero no tanto, de esos días
ventosos ricos, con fresca y brisa. Pero tan caliente para no necesitar un
abrazo que sepa a lástima, a que no tiene ya caso el fingir que no es raro
estar así, sin nosotros.
Tener ganas de vino y que me pregunte si aún
bebo mucho, mentir. Decirle que todo va bien, que es solo que a veces estoy
cansada, que él me mienta a mí, que todo está bien pero que a veces está
cansado, que ya no indaguemos porque sabemos que ambos mentimos, que no nos
desgastemos en explicarnos del porqué. Que no haya más preguntas incómodas
porque ya no puede haber nada incómodo, que me pregunte sobre cosas sin
importancia, que le conteste con monotonía que ya no quiera saber cosas de él
porque las barañas se quedan cuando se va y que por favor, por última vez me diga
que todo irá bien. Aunque sea mentira. Aunque yo no le crea, aunque me dure
hasta que se acabe el vino y una ráfaga de señal anuncie que me buscan y a él
también, que tenemos llamadas perdidas y regaños pendientes. Que somos muy
esclavos de todos los demás pero libres entre nosotros.
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