Entre vainilla y chocolates
Si pudiéramos
unir 2 palabras yo escogería exhausta y orgullosa, de esa manera volteé a ver
la mesa de mi cocina. Está repleta de postres, de deliciosos dulces, me había
gastado como toda la quincena en fresas, harina, huevos, mantequilla y
vainilla.
Era mi sutil
manera de no entrar en total depresión por un hombre, esa estrategia no
autodestructiva de recuperarme, esa que no incluye escribir ni leer nada, la
que pongo en stand by mi cerebrito y
me deja solo contemplar mi obra “exhaullosa” de ella.
El recuento de
los daños llegaba a mis orejas, harina en el borde exterior, huevo en las
manos, un pedazo de algo pegostiozo en mi cabello, no quise saber en dónde más
tenía restos de comida, y me dispuse a limpiar la zona de guerra que era una pequeña
cocina de desquiciados para después poder tomar la ducha más larga de la
existencia.
Iba a poner
música de acompañamiento, pero podría resultar peligroso, así que decidí
centrarme en eliminar cualquier rastro de mi ataque repostero.
Cuando terminé,
el golpe de la tristeza me agredió.
Llore poquito,
me quite lo que me quedaba de ropa y me encerré en el baño a lavarme las
penillas que tenía que quitarme.
No había sido un
corazón roto, en se caso estaría tirada en una esquinita hablando por teléfono,
planeando una alcoholizada monumental, solo me dolió que se largara, creo que
principalmente era mi ego el lastimado, no el cora.
--- Que se vaya a la mierda-me
repetí en el baño y decidí ponerme guapa.
Cuando salí de
esa ducha (que más bien duró 2horas y se pareció más a una sesión total de spa)
me puse un vestido ligero y regresé a la cocina.
- ¿Ahora qué hago con todo esto?-
pensé para mis adentros.
Analicé la idea
de sentarme a comérmelo todo, la verdad se veía muy rico pero me di cuenta que
sería casi un suicidio diabético, así que mandé un what’s app al grupo de
mujeres más hambrientas que conozco y las invité a participar en ese homicidio
alimenticio.
Cuando llegaron
todas, yo llevaba media botella de vino tinto de ventaja y como medio pastel de
fresas con chocolate.
Solo eran 3, una
loca, una fresa y una malvada.
La loca venía
preparada con una caja de kleenex, la fresa tenía cara de curiosidad por esa
reunión y la malvada había traído más vino (en ese momento ella se convirtió en
mi favorita de la noche).
– Hueles a
Pitanga- me dijo la malvada, quien no desaprovechaba para derrochar
conocimientos de productos naturales de belleza y como el plomo de mis labiales
rojos permanentes mataba niños en África todos los días.
Todas nos
postramos en unos silloncitos de palets improvisados que tenía en la sala y
observamos los pasteles, después relaté tranquilamente como había sido “la cortada”
-
¿Y que más te dijo?- preguntó
la malvada.
-
Nada. No se despidió y bueno,
yo no pretendo decirle adiós literalmente, si se quiere ir, que se vaya y lo
demás va implícito.
-
No manches, que mala onda, y …¿
no le vas a hablar ni nada?- pregunto la loca
-
¡No! He borrado su número del
celular y de cualquier conversación donde pudiera estar, no me lo sé, nunca me
lo aprendí, esa debió ser una pista de que esto no iba a funcionar.
-
¡Tú tampoco te sabes mi
número!- me grito la fresa.
Se lo recité de
memoria y también el de las otras 2 por si la dudas.
-
Ok, ok, te sabes los números,
eso equis, pero ¿vas a dejar que esto muera?- preguntó la loca.
-
Sí- contesté seca y decidida.
-
¿No lo extrañas?- preguntó la
fresa.
-
Me cortó ayer, no he tenido
tiempo de extrañarlo, además no he querido analizarlo mucho, últimamente lo
odiaba.
-
¿Entonces porque andabas con
él?- preguntó la malvada.
-
No sé. Fue mi confirmación de
que estoy bien así, sola – conteste tratándo de convencerme de ello, más que
para el conocimiento de las presentes.
-
Te voy a presentar a… - las
interrumpí antes de que siguieran.
-
¿A quién? ¿Al primo de tu
novio? ¿Al amigo de tu prometido? ¿Al hermano de tu cuñado? No tengo intención
de conocer a nadie, no quiero, ese hombre me quitó las ganas de conocer a
alguien nuevo por el momento.
-
¿Entonces?- dijo la malvada
-
¿Entonces qué? – contesté
confundida.
-
¿Qué vas a hacer? – dijo la
loca.
-
Preparar un chingo de postres y
comerlos con mis amigas. Ese plan va bien hasta el momento.
Me serví un vaso
lleno de tinto y me lo tomé todito.
-
¿Segura que solo comer?, pareces
más interesada en tomar- dijo la fresa.
-
Es solo para el drama que
acompaña a esto, solo para seguir el protocolo, la verdad no estoy mal, no les
hable para poder hablar y decirles “lo mal” que me siento, porque no es así,
les hablé porque simplemente no puedo comer tanto yo sola – contesté como
respuesta a las demás preguntas que quedaban en el aire.
-
¿Puedo llevarle a mi mamá?-
preguntó la loca.
Explotamos todas
en risa, era casi imposible no reír con ellas y después de todo terminó siendo
una tarde postres con viejas amigas, con historias graciosas y recuerdos de
caballos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario