lunes, 26 de febrero de 2018

Entre vainilla y chocolate 23/28


Entre vainilla y chocolates

Si pudiéramos unir 2 palabras yo escogería exhausta y orgullosa, de esa manera volteé a ver la mesa de mi cocina. Está repleta de postres, de deliciosos dulces, me había gastado como toda la quincena en fresas, harina, huevos, mantequilla y vainilla.

Era mi sutil manera de no entrar en total depresión por un hombre, esa estrategia no autodestructiva de recuperarme, esa que no incluye escribir ni leer nada, la que pongo en stand by mi cerebrito y me deja solo contemplar mi obra “exhaullosa” de ella.

El recuento de los daños llegaba a mis orejas, harina en el borde exterior, huevo en las manos, un pedazo de algo pegostiozo en mi cabello, no quise saber en dónde más tenía restos de comida, y me dispuse a limpiar la zona de guerra que era una pequeña cocina de desquiciados para después poder tomar la ducha más larga de la existencia.

Iba a poner música de acompañamiento, pero podría resultar peligroso, así que decidí centrarme en eliminar cualquier rastro de mi ataque repostero.

Cuando terminé, el golpe de la tristeza me agredió.

Llore poquito, me quite lo que me quedaba de ropa y me encerré en el baño a lavarme las penillas que tenía que quitarme.

No había sido un corazón roto, en se caso estaría tirada en una esquinita hablando por teléfono, planeando una alcoholizada monumental, solo me dolió que se largara, creo que principalmente era mi ego el lastimado, no el cora.

                               --- Que se vaya a la mierda-me repetí en el baño y decidí ponerme guapa.

Cuando salí de esa ducha (que más bien duró 2horas y se pareció más a una sesión total de spa) me puse un vestido ligero y regresé a la cocina.

                    - ¿Ahora qué hago con todo esto?- pensé para mis adentros.

Analicé la idea de sentarme a comérmelo todo, la verdad se veía muy rico pero me di cuenta que sería casi un suicidio diabético, así que mandé un what’s app al grupo de mujeres más hambrientas que conozco y las invité a participar en ese homicidio alimenticio.

Cuando llegaron todas, yo llevaba media botella de vino tinto de ventaja y como medio pastel de fresas con chocolate.

Solo eran 3, una loca, una fresa y una malvada.  

La loca venía preparada con una caja de kleenex, la fresa tenía cara de curiosidad por esa reunión y la malvada había traído más vino (en ese momento ella se convirtió en mi favorita de la noche).
– Hueles a Pitanga- me dijo la malvada, quien no desaprovechaba para derrochar conocimientos de productos naturales de belleza y como el plomo de mis labiales rojos permanentes mataba niños en África todos los días.

Todas nos postramos en unos silloncitos de palets improvisados que tenía en la sala y observamos los pasteles, después relaté  tranquilamente como había sido “la cortada”

-          ¿Y que más te dijo?- preguntó la malvada. 
-          Nada. No se despidió y bueno, yo no pretendo decirle adiós literalmente, si se quiere ir, que se vaya y lo demás va implícito.
-          No manches, que mala onda, y …¿ no le vas a hablar ni nada?- pregunto la loca
-          ¡No! He borrado su número del celular y de cualquier conversación donde pudiera estar, no me lo sé, nunca me lo aprendí, esa debió ser una pista de que esto no iba a funcionar.
-          ¡Tú tampoco te sabes mi número!- me grito la fresa.

Se lo recité de memoria y también el de las otras 2 por si la dudas.

-          Ok, ok, te sabes los números, eso equis, pero ¿vas a dejar que esto muera?- preguntó la loca.
-          Sí-  contesté seca y decidida.
-          ¿No lo extrañas?- preguntó la fresa.
-          Me cortó ayer, no he tenido tiempo de extrañarlo, además no he querido analizarlo mucho, últimamente lo odiaba.
-          ¿Entonces porque andabas con él?- preguntó la malvada.
-          No sé. Fue mi confirmación de que estoy bien así, sola – conteste tratándo de convencerme de ello, más que para el conocimiento de las presentes.
-          Te voy a presentar a… - las interrumpí antes de que siguieran.
-          ¿A quién? ¿Al primo de tu novio? ¿Al amigo de tu prometido? ¿Al hermano de tu cuñado? No tengo intención de conocer a nadie, no quiero, ese hombre me quitó las ganas de conocer a alguien nuevo por el momento.
-          ¿Entonces?- dijo la malvada
-          ¿Entonces qué? – contesté confundida.
-          ¿Qué vas a hacer? – dijo la loca.
-          Preparar un chingo de postres y comerlos con mis amigas. Ese plan va bien hasta el momento.

Me serví un vaso lleno de tinto y me lo tomé todito.

-          ¿Segura que solo comer?, pareces más interesada en tomar- dijo la fresa.
-          Es solo para el drama que acompaña a esto, solo para seguir el protocolo, la verdad no estoy mal, no les hable para poder hablar y decirles “lo mal” que me siento, porque no es así, les hablé porque simplemente no puedo comer tanto yo sola – contesté como respuesta a las demás preguntas que quedaban en el aire.
-          ¿Puedo llevarle a mi mamá?- preguntó la loca.

Explotamos todas en risa, era casi imposible no reír con ellas y después de todo terminó siendo una tarde postres con viejas amigas, con historias graciosas y recuerdos de caballos.

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