viernes, 2 de febrero de 2018

Los funerales de la fe 2/28

Los funerales de la fe.

¾     Te dije que no vinieras- soltó él con aire de reclamo.
¾     Me pareció más una sugerencia que una restricción-se excusó ella decidida a quedarse.
¾     Fernanda no tienes nada que hacer aquí, tu misma lo dijiste ¿te acuerdas?.
¾     Yo siempre voy a estar, aunque ninguno de los dos lo quiera. Siempre estaré aquí - se señaló el corazón y con un ágil movimiento recorrió su mano hacia la cabeza. - perdón, acá.
¾     Tú ya no estás ahí hace bastante.
¾     Como sea, no vine a hacerte más amargo el trago, vengo porque tu mamá me lo pidió.
¾     Está muerta Fernanda. –Lo dijo como un grito ahogado pero haciendo énfasis en el hecho de que le molestaba que se hablara por los muertos.
¾     Me lo dijo antes de su última recaída. Consiguió mi número de no se dónde y hablamos, tenía miedo de que nadie viniera a apoyarte, peor, que tu no dejaras que nadie te apoyara. No tienes demasiados amigos ¿cierto?
¾     ¿Ella te llamó?- había genuina sorpresa en sus ojos.
¾     Sí.
¾     ¿por qué?
¾     -No lo sé, era tu mamá, tú la conocías mejor que yo, yo solo quise cumplirle lo que pedía, no es de buena educación decirle que no a un enfermo.
¾     De seguro pensó que iba a necesitarte.
¾     Tu no me necesitas - se señaló la cabeza y arremedando su voz ronca lo imitó- “hace harto que no estás aquí”
¾     Pero estás- bajó la mirada y la pausa que había hecho al dolor de la muerte se reanudó, de manera que ella lo vio más pequeño que nunca, más delgado que nunca y por primera vez desde hace más de 10 años lo vio llorar.
¾     Ella pensó que aún te amo. –Soltó con un hilo de voz que se perdió en el te amo. Ahora ambos estaban con la mirada gacha. Ella aún lo amaba, a su forma.
¾     No puedo creer que te recordara.
¾     Gracias- soltó con sarcasmo y una mueca de ofendida se dibujó en su frente.
¾     ¿Cuántas veces se vieron? ¿2? ¿3?
¾     Creo fueron 2, pero al parecer mi cara de estúpida fue suficiente para que supiera que estaba enamoradísima de su hijo.
¾     A lo mejor te hablo en delirios, le daban muy seguido en el final.
¾     Se escuchaba razonable pero no importaba que no me lo hubiera pedido, yo hubiera venido… eres tu- sintió como el color de sus mejillas explotaba en su piel- un fiel amigo.- Se quedó un rato en la palabra “amigo” para que él entendiera que venía en son de paz.
¾     ¿Y yo soy el mentiroso?.

Se hizo el silencio y ella permaneció callada, le tomó la mano y volteo a ver la mirada perdida y vidriosa de él, sintió su tristeza, una vez más, abrumándolos, lo abrazó de lado y le besó el cachete y entonces fue él quien se sintió mal por ella, tenían demasiado tiempo sin hablarse pero las palabras nunca fueron necesarias para comunicarse entre ambos.
Ella lo lamentaba, en realidad lo lamentaba, por que aquella mujer que ese día yacía en medio de la sala, era la única que creía que se amarían para siempre, y con ella se murió la esperanza de que así fuera.


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