Esto no es mío.
Pero es mi cuento favorito de uno de
mis libros favoritos. Cayó a mis manos por azares del destino y curioso es que
lo leyera cuando sentía que mi vida cerraba como un círculo perfecto.
Un cuento de Luis Pescetti
del libro “Nadie te creería”
El hombre ave
Un hombre y una mujer se conocen en
un congreso de personas a las que les hubiera gustado ser aves. He aquí lo que
ocurre: se enamoran y deciden pasar el resto de su vida juntos. En el momento
de tener un hijo piensan en darle el don que ellos anhelaron. Con increíbles
esfuerzos logran llegar hasta los mejores especialistas, para pedirles que
manipulen sus genes de tal manera que su hijo nazca con plumas y pueda volar.
Sin embargo pasan una noche de crisis, con grandes dudas y angustias, al
pensar las consecuencias que acarrearía a su hijo este don. Al amanecer,
agotados por sus cavilaciones, de todas maneras deciden hacerlo y que lo
criarían como a un niño normal.
El hijo nace sin estar completamente cubierto de plumas; pero de sus
brazos, sí, nacen hermosas plumas verdes y turquesas. A la edad en la que todos
comienzan a caminar, él comienza volar; hecho que sus padres jamás revelan a
nadie, pues no quieren convertirlo en un niño-fenómeno, alguien a quien
llevaran a un circo o a un programa raro de televisión.
Esto permanece como un secreto toda su vida. Sólo vuela de noche o en
lugares muy apartados, para su propio placer y la felicidad de sus padres.
El joven crece y se enamora de una muchacha que lo quiere tal cual es, vale
decir, con esas plumas que ella descubre la primera vez que lo ve sin ropa.
Esto es tan importante para él que decide que esa muchacha, capaz de aceptarlo,
será su mujer para toda la vida. Luego de expresarle su amor le confiesa algo
que jamás había contado: al hacer su cuerpo mas liviano para que pudiera volar,
los médicos debieron programar unas piernas muy ligeras, es decir, frágiles,
por lo tanto nunca había podido jugar al fútbol, ni correr, ni siquiera caminar
por mucho tiempo sin sentir un gran cansancio, y quería que sus hijos fueran
como los demás niños. Ella lo abraza y le dice que sí, que por supuesto, que no
tema. Cuidándose de no ofenderlo, le pide que le muestre como vuela. Él
despliega sus majestuosos brazos y lo hace. Emprende un vuelo amplio. Se
zambulle en el cielo como hacía tiempo no lo hacía. Por el placer del aire,
pero también como si se despidiera del vuelo.
Entonces le ocurre algo completamente inesperado, ve a una mujer enfrente
suyo, en el aire. “¡Ella!”, piensa, e instintivamente baja la mirada; pero no,
ella seguía abajo acompañándolo con los ojos. “¿Entonces?”, se pregunta
confundido mientras levanta la cabeza de golpe.
Por primera vez, y cuando acababa de sentir que su vida cerraba como un
círculo perfecto, allí había alguien más que volaba.
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