jueves, 23 de enero de 2020

Escuadra 12/31


Escuadra

No puedo dormir.

Trato de pensar en algo relajante pero estoy fastidiada. Tengo un catálogo de pensamientos nocturnos para sentirme más cómoda y segura, los repaso mentalmente pero ninguno me llena. Todos me aburren. Estoy fastidiada.

La pantalla de mi celular se enciende y sé que será un mediocre mensaje de buenas noches, alguien que me pondrá “jaja” porque no sabe que más decirme. Estoy muy fastidiada de fingir atención. Me resigno y busco el último recurso que me ayude a dormir.

Volteo la cara y sé que esta ahí, en el lado izquierdo de mi cama y no quiero abrir los ojos porque tengo miedo que de verdad un día que me aparezca, me giro, pero siento su brazo en donde debería estar mi cintura. Siento la presión de su peso y lo cálido de su tacto.

Pienso >>No este pensamiento nocturno por favor<<

Es inútil, puedo sentir incluso el calor que irradia y sé que no se irá de ahí, principalmente porque no quiero que te vayas. Me giro a su cara y me acomodo su brazo bajo mi nuca, mi cabeza cabe perfectamente entre su cuello y su pecho y huele a él.

Sé que esta alucinación se me apareció a medio día. Cuando iba al banco y pasé por un local donde alguien usaba superfume.

Puedes engañar a la vista, al tacto, al gusto, pero la nariz tiene memoria propia y jamás le puedes mentir.

Ese mismo olor apareció en mi cama en la noche de desvelo.

Estaba ahí y me acomodé a su costado. Quizo decir algo, pero solo le pedí que se callara porque lo íbamos a arruinar. Pude sentir que mis latidos bajaban, que no hacía frío y que no podía tener mejor almohada. Besé su pecho y cerré los ojos.

Pude imaginar cómo me desvanecía de mi cama y me perdía.

Siento un miedo profundo a implosionar  por este amor desafortunado y volverme un papel ardiendo, convertirme en cenizas y volar por los cielos hasta encontrarte, materializarme en una ráfaga de viento y rozar la escuadra que forma tu cuello y tu clavícula y quedarme a vivir ahí, para siempre.



lunes, 20 de enero de 2020

Gorditas de chicharrón 11/31


Y yo que decía que no iba para allá, que esto ya estaba resuelto. 

Gorditas de chicharrón.

Tengo una amiga que no le gustan las gorditas de chicharrón, que se le antojan un montón y las pide y cuando las prueba se da cuenta (se acuerda) que no le gustan.
Hay personas que son gorditas de chicharrón y claramente en esta analogía burda y simple, yo soy mi amiga.

La memoria es demasiado selectiva y nos borra los malos recuerdos, pero nada más refrescante que una noche mala para acordarse. 

Me sentí usada y él me dijo lo mismo.

-   Es la última vez.
-  Estoy de acuerdo. 

Estábamos tan fuera de nosotros que cayó dormido a los dos segundos y empezó a roncar. Había olvidado que roncaba tanto. Había olvidado que era Don Egoísmo y Don “todo para él”. Me hubiera sentido mejor estando sola ahí que con él. Le había quitado los zapatos y estaba a medio vestir en una cama que ni era suya, ni era mía. Cuando se despertó le pedí que se fuera, hizo una llamada y se fue. 

Me dieron ganas de llorar, pero es que siento que ni vale la pna llorar por él. 

Me deje llevar por esa platica donde todo le iba mal, donde pensé que era la versión que me gustaba de él, la "honesta" que se abre y dice cosas como son, pensé que no nos queríamos pero que estaba bien ser amigos. 
Tampoco para eso servimos. 

Siempre esta ahí esa posibilidad de que alguno empiece con un beso y que todo lo demás caiga por una fuerza tan real como la gravedad. 
Me reí con lo de “la última vez”. A veces siento que hemos tenido tantas “últimas veces”, tantos "ya me compuse" que hasta el dios de los ultimátums ha de estar cagado de risa ambos. 

No servimos ni para ser el algo del otro. 

Es increíble como una persona te puede hacer sentir tan chiquita, tan sin valor. 
Espero que si sea la última porque la verdad cada vez que vuelve lo odio un poquito más.  


Sanando al arrogante 10/31


Sanando al arrogante 


Arrogantes.

Somos así, lo digo en plural porque te incluyo, ambos cojeamos (léelo bien), de la misma pata.

Nos encantan los halagos, nos achicamos en los problemas, somos todo poderosos, la diferencia está en que yo aprendí a cuando doblar las manos y cuando no.

Tú las quieres ganar todas conmigo. No se puede. Así no se puede querido. Contigo no se puede. Lo entendí por las malas, no importa las veces que digamos que si podemos ser amigos. No se puede.
Somos mañosos, nos gusta lo mismo, por eso nos encontramos en cada esquina, en cada hora. Nos parecemos tanto que duele, pero diferimos, en una mínima pero importante cosa, la honestidad. Yo puedo ser una hija de la chingada también, pero jamás iré con una máscara a joder, tú te ocultas, pegas y escondes la mano.

No se puede ser lobo vestido de oveja.

Haces daño y te vas. Yo me espero, toda tonta, a recibir las consecuencias de mis actos, que así soy.

Déspotas e impredecibles. Así somos, Sajiri.

Egoístas, nocturnos, trasnochados, ojerosos, cínicos, extraordinarios a nuestra manera, pero sobre todo, arrogantes.

Arisco 9/31



Arisco.


Ven, ya quédate, ¿por qué luchas tanto por salir de la cama, de mis brazos, de mí?

¿Por qué cuando siento que ya estás donde deberías, se te salen las ganas y te vuelves arisco? ¿Por qué después de muchos meses dices que no sabes? Yo sí sé. Lo supe desde la primera vez que ya estábamos afuera mi casa y decidiste no irte, nos quedamos ahí ¿te acuerdas? Hablando del porque seguías en algo que a mí no me gustaba.

Lo supe ahí. Porque no quería que se acabaran esos momentos, donde hablábamos tan tarde, donde podía subir los pies al asiento y recargarme. Ahí lo supe. Te quería.

Luego supe porque.

Porque estuviste cuando yo era un desastre, cuando fui un desastre bonito. Te quise un montón y aún me recuerdo con ojos de amor. Me gusta esa versión de mí, la que se enamora sin preguntar cuándo, dónde o a qué hora va a terminar.

La versión que no sabía que antes de empezar ya había acabado.

Austria 8/31


Cuando recoges lo que otro tiró, cuando vuelves a abrir las puertas a lo que los demás dejan ir. 
Te vuelves pepenador de amor. Y por algo está en la basura. 



Austria.

Cuando él se fue tiró la última hoja de su cuaderno y por azares del destino fue a dar a la casa del su dueño original, quien la levantó como si fuese la primera vez  y comenzó a escribir sobre ella, de nuevo.

Continuó relatando una historia a la que solo le quedaba una hoja y por más pequeña que intentara hacer su letra, esta tendría que terminar tarde o temprano, y por fin, sería para siempre.  

martes, 7 de enero de 2020

Voldemort y “Vete a la chingada” empiezan igual 7/31


Voldemort y “Vete a la chingada” empiezan igual, ¿casualidad? No lo creo

Querido Voldemort,

He estado tratando de convencerme que abandonar a una persona no es lo peor que se le puede hacer, puede parecer doloroso pero no tiene porqué ser una tragedia, si uno no dejase nunca a nada ni a nadie no tendría espacio para lo nuevo.

Espero que te haya generado el espacio suficiente el dejarme. Otra vez, echa a un lado. Por cierto, si sabes que no son olimpiadas ¿verdad? No es un deporte el abandonarme aunque como hobby, bueno, tú eres todo un profesional.

Me dolió, para serte bastante sincera me caló tanto que me levanté temprano el primer día de Mazatlán a llorar y después de muchos meses me di cuenta que me lloré más a mí que a ti.

Estaba sentada en ese balcón en el piso 15, con una hermosa vista, libre de todo, de ti, de mí, de lo que siento que nos ata y a veces la libertad duele, arde, porque no todos sabemos qué hacer con ella.

No vas a arruinar estas vacaciones,  ni con tu solicitud de amistad que por cierto ¿te hasta estado drogando últimamente? Porque mira que mandármela es un acto de estupidez tan grande que dudo que estuvieras en tus 5 sentidos.

También debo confesar que estaba molesta, muchísimo, principalmente porque no me diste la cara y para que te cuento sobre tu problema de siempre de no tener huevos para decir la verdad, es patológico.

Aún en la resaca de esta intervención me nace una duda.

Tú me dejaste, TU y nadie más que TU, DECIDISTE simplemente ignorarme, no darme explicación alguna hasta que yo misma las encontré, entonces cabrón… ¿por qué? ¿por qué vuelves?

¿No eras tú el de buen trabajo, la novia que lo ama, la familia que lo admira, los amigos honestos, la vida bien, las cosas resueltas?

Porque eso entendí yo. Yo la que no da una en nada, la que solo te contaba que todo va mal, que no logró nada, que no hago nada, que ya no me dan ganas ni de escribir.
Y aun así, ni en mis más grandes desesperaciones me he regresado arrastrando a ti.

“La culpa” seguramente, o no sé qué te mueva, sea lo que sea. No regreses, por favor. Es el único favor que te pido, que si nos volvemos a ver que sea porque:

  1.        Yo estoy muerta
  2.       . Tu estas muerto
  3.      Alguien va a morir


Sin renta 6/31



Sin renta 


Dije su nombre bajito, como cuando susurras sin intención de que nadie te escuche, sentí como el peso de mis hombros iban bajándome los brazos y como acunaba mis manos en mi pecho expuesto, lo tomé con ambas manos, aún escurría y un hilo rojo teñía el suelo de amor. Lo miré a los ojos, se lo extendí hasta sus manos titubeantes y le dije:

¾     Ten, es tuyo
¾     Pero no puedo dejarte así, te morirás.
¾     Me crecerá otro, no te preocupes.

Y puse mi corazón en sus manos, de todos modos en mi pecho no pagaba renta, de todos modos, siempre había sido de él. Pero no podía seguir ahí. Cuidaría la maceta, pero iba siendo tiempo que sembrara entre mis pulmones  algo menos nocivo que falsas esperanzas de un futuro que no iba a existir.

Maquillaje satánico 5/31


Maquillaje satánico

Cada noche, cuando sus ronquidos me despertaban, tomaba mi pequeña lata de pintura color carne, esa que era como maquillaje con súper ultra cobertura, le daba unos brochazos por todo su cuerpo, por los brazos, el vientre, el pecho y terminaba en la boca.

Él dormía profundamente mientras yo limaba sus cuernos, le enredaba la cola y le depilaba las patas de cabra.

Me había propuesto que pareciera normal toda esa rutina donde lo convertía en un ser tratable, sin lo demoniaco, así como mi rutina de cremas, desmaquillantes y menjurjes nocturnos, que se volviera cotidiano esconder su naturaleza.

Cuando terminaba, su cuerpo parecía común, humano, era casi imperceptible todo el trabajo detrás de una apariencia normal.

Al final me levantaba en silencio y escogía una camisa, azul de preferencia y me ponía a plancharla, la dejaba perfectamente colgada en el gancho donde sabía que él iría a buscarla por la mañana y luego me volvía a la cama para dormir al lado de Satanás, que para mí, era un mismísimo ángel.


lunes, 6 de enero de 2020

Ni medias tintas ni medios tintos 4/31


Ni medias tintas ni medios tintos.

Estaba entre él y el mundo y se atrevía a sostenerme sin ganas, me abrazaba sin ganas, me besaba sin ganas y me decía “como tú quieras” para que no tener que enfrentarse a elegir algo, me dejaba ahí volando en una oración y carecía de valor para decir adiós.

Todo lo hacía sin ganas, corrijo: todo con respecto a mí lo hacía sin ganas.

No estaba segura, no me sentía segura de sí era yo el problema. ¿Era él? No tenía la certeza de la fuente pero si estaba decidida a que no podía seguir siendo un amor bien mediocre.

Las medias tintas no me van.

Sobre todo a mí que me acabo la botella de vino tinto porque a medias se ve triste y no puedo dejar los cajones abiertos antes de irme a dormir, yo que acomodo las mascarillas desorganizadas de Bodega Aurrera y tiro los chorros de agua en los vasos.

Las medias no me van, porque si hago algo lo tengo que hacer con ganas. Yo quiero con chingos de ganas, con ganas de un beso eterno, con ganas de que me tomen de la mano sin que pregunte, con ganas de que me dejen de decir “sí, como veas”, porque platico con ganas y duermo con ganas y como con ganas, yo amo con ganas.

Que estrés el que te quieran poco, así como por no dejar ir. Así como para matar el tiempo entre que naces y que te mueres.  

Yo que soy  fuego y boto llamas de mis manos, que abrazo las situaciones intempestivamente.  

Y me quieren poquito.

Pues no, así ni el intento hagan.

viernes, 3 de enero de 2020

Morirse poquito 3/31


Morirse poquito


Era gris el cielo, uno color oscuro de fondo y unos rayos debajo de la nubosidad indicaban que solo quedaba el sol agonizante.

Hacía frio y eran finales de octubre, los arboles estaban húmedos y me mojaban las gotas jóvenes de una lluvia escasa, ¿es posible que un lugar lleno de todo se sienta tan vacío?

Lo era.

Se sentía vacío, a pesar de las ardillas que trepaban, de las bancas de metal y los miles de árboles, había personas paseado a sus perros, algunos runners y todo en domingo.

Cada vez que me aparezco por aquí me duelen los ojos, me dan ganas de llorar. Mi lugar favorito está ligado al recuerdo de cosas que no pasaron. Incluso llevé a Satanás, para ver si él me dejaba un buen recuerdo que invocar cuando lo visitara.

No pasó tampoco. No quise ir al final del parque porque ahí estaba nuestro primer beso. En ese farol casi  a la salida, justo en estas fechas, justo en este clima, solo faltaba un escueto niño sosteniendo una sombrilla prestada.

¿Se puede sentir todo y nada a la vez?

Porque así lo sentía.

Sentía que la lluvia me penetraba la piel y mojaba cosas dentro de mí, sentía que no había riñones, ni hígado, que mis viseras, mis pulmones y mi estómago estaban extraviados. No era capaz de sentirlos dentro de mí. La lluvia chocaba con interior y me iba inundando.

El corazón seguía ahí, latiendo en mi garganta, promoviendo unas gotas saladas que saldrían de mis ojos si no cuidaba mis pensamientos.

Estaba llenándome de tristeza y  me vaciaba de ese autocontrol que presumo al mundo.
Tenía tantas ganas de llorar que mejor me escondí en una banca… la banca de la fuente a la mitad de todo. Gracias a Dios la modernidad no ha llegado a este lugar, bien podría tomar una foto y ser octubre de 1980 o del 2019. Las luces seguían siendo amarillas, esas que le dan un estilo hogareño cálido al asunto, las esquinas tenían hojas golpeadas por el viento ligero y las tiras de metal blancas seguían estando heladas.

Olvide el suéter, otra vez. Siempre olvido el frío que hace cuando uno va a morirse poquito.

jueves, 2 de enero de 2020

Tinderella 2/31


Tinderella.

No, no quiero encontrar el amor, no, en ninguna de sus versiones, créanme que llevo un tiempecillo buscándolo.

Que poca eficiente búsqueda, muchos recursos, resultados que han dado bastante que desear.
Variedad no faltó, eso sí, desde los métodos tradicionales dónde me han presentado a todos los primos, amigos, hermanos y conocidos disponibles. Así como el Tinder, el Facebook parejas y las mamás de mis amigas, las mamás de los esposos de mis amigas, mis primas, los hermanos de los esposos de mis amigas, los amigos de mi hermana, los amigos de mis amigos, los alumnos esos que te invitan a salir, todas las variantes posibles, lo juro, he pasado por todo.

He aquí un recuentillo para que se den una idea.
Ya pase por la cosa tóxica, donde lo más tóxico es permitirte estar ahí, esa que te lleva a terapia para poder entender cómo es posible que estuvieras involucrada con un mitómano manipulador infiel,  ya pasé por la fractura total que me hizo decir “no puedo con esto”,  ya pasé por ese bato cursi que quería que compráramos un perro y que nuestros hijos se apellidaran justo como él.

También hubo locos, claro que tuve locos, los batos que te aman un día y te odian otro, los que te borran de Facebook y a los que borras tú, otros que te dicen que ya superaron a su ex y terminan regresando con ella (de estos fueron varios, muchos de hecho), el tipo que era bien cabrón pero “ya cambió”, el güey que no sabe qué hacer con su vida, el que quiere meterte cosas por lugares donde ustedes nunca quieren que les metan cosas, el que vive a 5000km, el que está en EU y vendrá para navidad, el que quiere hacerte 3 hijos, el que es raro, muy muy muy pinche raro, el que le gustan las gordas, el que te quiere llevar al gym, el coach del gimnasio, uff si les contara las de los monos mamados que les gustan las gorditas y hasta te quedas con cara de “WTF!, amigo agárrate una señora bien buenota”.

Le varié de todo, desde altos, flacos, hasta chaparritos, güeros, morenos, gorditos, barbones, ingenieros, desempleados, maestros,  pasé por los de 20’s, los de mi edad y los 30´s, un despistado de dicecitantos…  también pasé por el que corta y regresa con su novia cada tercer día y cree que eso no es poner el cuerno, el que dice que te quiere muchísimo, que siempre le has gustado y tiene una foto de perfil con su novia de hace mil quinientos años, con el que le gusta pelear y que por todo quiere discernir, que si votaste por el Bronco o si las plantas piensan, pase por los padres solteros, varios, el que tiene problemas con la mamá de su hijo/a, por el que dice que quiere algo serio, el que es DJ, el que solo ve a la bendición el fin de semana y el que tiene mucho sin verlo.

Solo Dios sabe cuántas cosas y personas he conocido en estos años.

Creo que gran parte de esto fue para decir que lo intenté, que en verdad, en verdad lo intenté, pero para serles bien honesta, siempre supe que no iba a funcionar, la mitad fueron cosas que hice cuando estaba aburrida, otros tantos fueron para dejar de pensar en alguien a quien si quería, otros fueron porque sí, porque me sentía sola, porque estaba cansada de ir a las fiestas sola, a las bodas sola, a ser el mal tercio, no tener con quien bailar en las fiestas, no tener con quien ir al cine, a quien hablarle cuando se te descompone le coche, quien maneje cuando tengo flojera, quien me haga piojito cuando estoy bien cansada. Yo sabía que no iban a funcionar porque principalmente no los quería, ni ellos a mí. Incluso llegué a forzar algunas cosas porque yo a huevo quería que funcionaran cuando era más que obvio que no iban pa’ ninguna parte.

En fin, siento que al final regreso a mi casa después de una mala cita. Siento que me quito el brasier, los zapatos y me pongo mi pijama, siento que ya puedo ver “friends” sin preocuparme en contestarle los mensajes vacíos a alguien que quiere saber cuál es mi color favorito, o si creo que existe vida en Marte.

Se siente bien quitarse el brasier (metafórica y literalmente), se siente bien dejar de buscar algo que en realidad te debería encontrar a ti.

miércoles, 1 de enero de 2020

Agárrate, que te me voy 1/31


Agárrate, que te me voy. 


Te juro que es la última, la última vez que te espero, que reviso incesantemente el celular a ver si ya respondiste, te juro que es la última vez que espero que me llames , que salga de ti un “porqué”, un motivo suficiente para perdonarte por cosas que nunca sabrás.
Te juro que no he llorado, que como dice Brashaw “hay cierta cantidad de lágrimas por hombre y yo ya las rebasé”. 

Te juro que no quiero arrastrarte a este lugar gris y cenizo en el que vivo, te juro que no volverán a salir de mi un “te necesito” disfrazado de “te extraño”, que si algún día siento debilidad me amarraré las manos, los labios, la cabeza. Me asfixiaré en cosas que no tengan tu escencia y ahogaré mis palabras en algún vino barato. Te juro que fue la ultima vez que salí corriendo hacia ti para toparme con pared. 

Que no pasaré nuevamente a este lugar, que me vacía completa cuando llego a él y que me recuerda en cada esquina algo que falló. Te juro que pondré tierra de por medio, que Vienna me espera, o el infierno, lo que esté más cerca. 

Te juro que ya no voy a escribirte en las noches ni platicaré sola con tu recuerdo, te juro que no te desearé ningún mal, es más, espero con el corazón que la vida te lleve tan lejos que nunca nos volvamos a topar, que jamás te deje esa falsa plenitud para que no vuelvas a aquí, a mi casa, a mi pueblo, a mi hogar.

Te juro que estaré bien, que estoy bien, que he estado bien, ni ganas de mentirte tengo para decirte que te arrastraré en mis maletas, que me llevaré un pedazo de ti a dónde vaya. Te juro que ya no queda nada de ti en mi, que la que se fue contigo ya debe estar bien muerta como las plantas esas que no riegas. Te juro que no voy a regresar, ni aunque la vida me lleve a gatas a ti, ni aunque todo se pudra. Te juro, mi amor, que te he dejado de querer, por fin, al fin. Y eso es lo peor que le he dicho a alguien, que le he hecho a alguien... dejar de quererte. Y agárrate que te me voy.