Arisco.
Ven, ya
quédate, ¿por qué luchas tanto por salir de la cama, de mis brazos, de mí?
¿Por qué
cuando siento que ya estás donde deberías, se te salen las ganas y te vuelves
arisco? ¿Por qué después de muchos meses dices que no sabes? Yo sí sé. Lo supe
desde la primera vez que ya estábamos afuera mi casa y decidiste no irte, nos
quedamos ahí ¿te acuerdas? Hablando del porque seguías en algo que a mí no me
gustaba.
Lo supe
ahí. Porque no quería que se acabaran esos momentos, donde hablábamos tan
tarde, donde podía subir los pies al asiento y recargarme. Ahí lo supe. Te
quería.
Luego supe
porque.
Porque
estuviste cuando yo era un desastre, cuando fui un desastre bonito. Te quise un
montón y aún me recuerdo con ojos de amor. Me gusta esa versión de mí, la que
se enamora sin preguntar cuándo, dónde o a qué hora va a terminar.
La versión
que no sabía que antes de empezar ya había acabado.
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