Sanando al
arrogante
Arrogantes.
Somos así,
lo digo en plural porque te incluyo, ambos cojeamos (léelo bien), de la misma
pata.
Nos
encantan los halagos, nos achicamos en los problemas, somos todo poderosos, la
diferencia está en que yo aprendí a cuando doblar las manos y cuando no.
Tú las
quieres ganar todas conmigo. No se puede. Así no se puede querido. Contigo no
se puede. Lo entendí por las malas, no importa las veces que digamos que si
podemos ser amigos. No se puede.
Somos mañosos, nos gusta lo mismo, por eso nos
encontramos en cada esquina, en cada hora. Nos parecemos tanto que duele, pero
diferimos, en una mínima pero importante cosa, la honestidad. Yo puedo ser una
hija de la chingada también, pero jamás iré con una máscara a joder, tú te
ocultas, pegas y escondes la mano.
No se puede
ser lobo vestido de oveja.
Haces daño
y te vas. Yo me espero, toda tonta, a recibir las consecuencias de mis actos,
que así soy.
Déspotas e
impredecibles. Así somos, Sajiri.
Egoístas,
nocturnos, trasnochados, ojerosos, cínicos, extraordinarios a nuestra manera,
pero sobre todo, arrogantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario