Maquillaje satánico
Cada noche, cuando sus ronquidos me
despertaban, tomaba mi pequeña lata de pintura color carne, esa que era como
maquillaje con súper ultra cobertura, le daba unos brochazos por todo su
cuerpo, por los brazos, el vientre, el pecho y terminaba en la boca.
Él dormía profundamente mientras yo limaba sus
cuernos, le enredaba la cola y le depilaba las patas de cabra.
Me había propuesto que pareciera normal toda
esa rutina donde lo convertía en un ser tratable, sin lo demoniaco, así como mi
rutina de cremas, desmaquillantes y menjurjes nocturnos, que se volviera
cotidiano esconder su naturaleza.
Cuando terminaba, su cuerpo parecía común,
humano, era casi imperceptible todo el trabajo detrás de una apariencia normal.
Al final me levantaba en silencio y escogía una
camisa, azul de preferencia y me ponía a plancharla, la dejaba perfectamente
colgada en el gancho donde sabía que él iría a buscarla por la mañana y luego
me volvía a la cama para dormir al lado de Satanás, que para mí, era un
mismísimo ángel.
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